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Juan Carlos Díaz-Granados | La filantropía guayaquileña: esperanza y progreso

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El Banco de Alimentos Diakonía trabaja incansablemente desde el 2010 para combatir la pobreza y el hambre

Guayaquil ha cultivado una tradición de filantropía. En el siglo XIX surgieron organizaciones que fundaron hospitales, escuelas y hogares de beneficencia, que dependían de las donaciones y el voluntariado. En los siguientes siglos, la filantropía se expandió con más fundaciones y programas de voluntariado.

Son instituciones como el Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil (1835), la Sociedad de Beneficencia de Señoras de Guayaquil, la Junta de Beneficencia del Ecuador, SOLCA, Fasinarm, la Fundación de Damas del Honorable Cuerpo Consular y Acorvol, entre otras, las que hacen brillar el altruismo guayaquileño. Estas ONGs son pilares en la atención de emergencias, educación, salud y más, demostrando que la unión ciudadana es capaz de gestar transformaciones profundas, especialmente en ámbitos donde el Estado enfrenta desafíos para ofrecer soluciones efectivas.

La Sociedad de Beneficencia de Señoras de Guayaquil, con 146 años de labor, administra una red de seis unidades educativas donde ofrecen educación integral y formación católica a casi 6.000 alumnos.

La Junta de Beneficencia del Ecuador, desde 1888, es un referente de ayuda social, gestionando hospitales, orfanatos y programas educativos que benefician a miles de ecuatorianos.

SOLCA lucha contra el cáncer desde 1957, brindando atención médica especializada y apoyo a pacientes y familias, convirtiéndose en un baluarte en la prevención y tratamiento de esta enfermedad.

Fasinarm, desde 1969 se dedica a la atención integral de personas con síndrome de Down y otras discapacidades, promoviendo su inclusión social y el desarrollo de sus habilidades.

El Banco de Alimentos Diakonía trabaja incansablemente desde el 2010 para combatir la pobreza y el hambre, asegurando que los recursos lleguen a quienes más los necesitan.

La labor filantrópica en Guayaquil es un modelo de solidaridad que merece ser replicado porque resalta la capacidad de la sociedad civil para impulsar el progreso social a través de diferentes organizaciones y donaciones. Estas actividades podrían fomentarse con una mejor reglamentación para deducir impuestos de los donantes que ayudan a los más vulnerables y a la restauración de la seguridad ciudadana.