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Claudia Tobar Cordovez | Tejiendo memorias

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Cada instante de nuestra vida es una oportunidad para tejer recuerdos

Nuestros recuerdos se almacenan en el cerebro de una manera fascinante. Algunos momentos los recordamos con precisión, mientras que otros parecen desvanecerse sin dejar rastro. A veces transcurren años en los que nada parece lo suficientemente relevante para quedar grabado. ¿Qué factores influyen en este proceso de memoria? Las emociones desempeñan un papel clave, ya que nuestro cerebro prioriza las experiencias con una alta carga emocional. Cuando sentimos emociones intensas, nuestro cuerpo libera dopamina y oxitocina, sustancias que actúan como un sello, facilitando que esos recuerdos se almacenen y se recuperen de forma vívida y rápida.

Momentos como bodas, fiestas o nacimientos, cargados de emoción, se convierten en recuerdos claros que evocamos con facilidad. Pero hay un secreto: podemos fomentar la creación de memorias todos los días. Existen tres claves para construir un recuerdo significativo: emoción, conexión y novedad. Y para que estas tres condiciones se cumplan, necesitamos estar presentes. En un mundo saturado de estímulos, lograrlo puede ser un desafío. Si no son las pantallas las que nos distraen, son nuestros propios pensamientos, que nos llevan al pasado o al futuro, alejándonos del presente. Por eso, el primer paso es tomar conciencia de dónde estamos, con quién estamos y qué está sucediendo a nuestro alrededor.

No es necesario viajar a un lugar exótico para crear novedad; podemos generarla con pequeños cambios en la rutina. Por ejemplo, cenar en el jardín en lugar del comedor una noche cualquiera o proponer un juego de mesa en un día común. Como seres sociales, buscamos la conexión con otros, y compartir risas o historias fortalece esos recuerdos. Si bien es posible crear memorias en soledad, la interacción con otras personas y sus reacciones en esos momentos hacen que los recuerdos se solidifiquen aún más.

Cada instante de nuestra vida es una oportunidad para tejer recuerdos. No hace falta esperar las vacaciones perfectas o la cena de Navidad para crearlos. El día a día está lleno de posibilidades para construir memorias que se graben con alegría en nuestro cerebro.