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Alfaro desmembrado

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Es que en estos días uno no sabe qué esperar de un admirador de Don Eloy. Bien puede que un autodenominado alfarista esté soñando con la revolución proletaria como con un TLC. Para determinar eso con claridad, tal vez la mejor prueba sea preguntarles qué piensan de cierto caudillo contemporáneo.

El pasado 5 de junio se conmemoró el Día del Liberalismo, fecha en la que se recuerda el triunfo de la Revolución Liberal. Un aniversario que ha venido perdiendo relevancia con el tiempo, como tantas otras tradiciones ecuatorianas, aunque no deja de ser una festividad muy curiosa. Esto porque después de pasado más de un siglo desde la gesta montonera, esta fiesta ha venido a ser celebrada por grupos con tales discrepancias que, de vivir en los tiempos del general Alfaro, se estuvieran cayendo a escopetazos.

Es que en estos días uno no sabe qué esperar de un admirador de Don Eloy. Bien puede que un autodenominado alfarista esté soñando con la revolución proletaria como con un TLC. Para determinar eso con claridad, tal vez la mejor prueba sea preguntarles qué piensan de cierto caudillo contemporáneo. Que, dicho sea de paso, tan alfarista es que llegó a (re)partir al Viejo Luchador entre dos ciudades.

Sin embargo, no debe extrañarnos que la memoria de Alfaro sea conmemorada por socialistas tanto como por liberales, ya que los primeros se sienten herederos de los procesos fundacionales de los segundos. La Revolución Liberal resulta para ellos un paso necesario hacia su propia revolución, una transgresión progresista contra el enemigo común, el conservadurismo. Tampoco es que Alfaro sea el único héroe que dejó prole dispar, pues tenemos a Bolívar, que nos ha dado muchísimo más de eso.

Pero ni el desmembramiento mortuorio, que fue causa de mucha controversia en su momento, ni el desmembramiento ideológico resultan tan graves como la desintegración del legado de Alfaro. Si ya en su momento el liberalismo se dividió entre alfarismo y placismo, para luego partirse aún más, hoy no tiene centro ni hogar.

Ningún partido tiene el peso estructural ni la identidad auténtica para llamarse hoy liberal. Los liberales se han aglutinado, como sus viejos enemigos conservadores y sus hermanastros socialistas, en los emprendimientos electorales de cada mandamás de la política ecuatoriana. Movimientos que morirán todos o casi todos en unos pocos años. Ojalá no se vayan arrastrando a la tumba del olvido las pocas ideas que quedan de la herencia alfarista.