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César Febres-Cordero: Andrés, te enredas otra vez

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Para tonto no se estudia, dice su líder

Hace unos días en un mitin, la lengua de Andrés Arauz lo volvió a traicionar, sumando el enésimo escandalillo a su haber. El condumio de sus declaraciones fue este: “El militante más comprometido que pueda aportar un dólar al mes (sic); si somos doscientos ochenta mil, podemos tener doscientos ochenta mil dólares mensuales, y los que tienen cargos públicos (…) obviamente tienen que hacer un aporte mayor. Pero aquí estamos hablando de la posibilidad de autofinanciarnos y reducir nuestra dependencia de la palanca”.

Nada de lo que dijo Arauz es por sí solo objetable. De hecho, el construir una militancia aportante y, por ende, al menos un poquito dueña de su movimiento es un fin loable. Pero parte de la responsabilidad del político con el gran público es defender sus ideas con claridad. Que a sus enemigos, que lo acusan de promover el cobro de diezmos, les falte caridad o hasta honestidad intelectual no lo exculpa ni a él ni a los que lo sostienen como dirigente.

Cuando Arauz dijo que los correístas que ostentan cargos públicos deberían aportar más, lo hizo como parte de una invitación a todo su movimiento, tratando de pedir a los que tengan más que contribuyan más. Su principal error fuera de la forma está en lo que no dijo. Como buen tecnócrata que es, la imaginación de Arauz no puede ir mucho más allá del Estado. Cuando pensó en los correístas más prósperos, de su boca no salió un llamado ni a los profesionales progresistas ni a los empresarios patriotas. Solo los funcionarios figuraron en su arenga.

El verdadero fracaso del correísmo en este episodio se dio después, aunque todavía lo pueden corregir. Su reacción ante las críticas fueron las respuestas lloronas de siempre, reforzadas con apelaciones poco creíbles a los sistemas de partidos de las democracias europeas. Con un poco menos de pica y un tanto más de olfato, el correísmo habría hecho de esto una campaña de movilización real. Acogiendo las críticas, esa campaña podría invertirse y, en vez de pedir más a algunos militantes, eximiría de las aportaciones a estudiantes y grupos vulnerables.

Para tonto no se estudia, dice su líder. Bueno, ahí tienen un deber.