Santuario interior
En los adentros del ser y en el saber estar, está la sanación y la evidencia por montera. Abracémonos corazón a corazón, por algo se empieza.
Hemos de tomar conciencia pues, de que no existe sobre la tierra nadie que permanezca insensible al real afecto, ese que todo lo hermosea con un donarse a quererse y a querer perdonar, conciliando lenguajes y reconciliándose, detrás de ese abecedario entrañable que llama a la amistad. Además, permanezcamos con los ojos bien abiertos y el oído en disposición de escucha, si en verdad nos queremos liberar de toda pretensión mundana y retomar el soplo poético más allá de uno mismo. Nuestro recóndito santuario, precisamente, suele estar escaso de humildad. Nos pensamos dioses, también nos creemos supremos y hasta nos endiosamos en pedestales corruptos a más no poder; en lugar de poner los pasos en reencontrarse humildemente. Hagámoslo con la sencillez, que es lo que da sentido a la existencia. Recordemos que el mejor antídoto para no caer en el vacío, radica en restablecerse como musa, estableciéndose como cantautor de autenticidades en lugar de autor de chismes. Las habladurías nos dejan fuera, regresemos al interior. En los adentros del ser y en el saber estar, está la sanación y la evidencia por montera. Abracémonos corazón a corazón, por algo se empieza.
Víctor Corcoba