Jubilados: ¡a vivir la vida!

Tampoco es aconsejable salir todos los días de casa, salvo para la ineludible necesidad de procurarse la diaria alimentación

Las cosas lindas e importantes de los jubilados no deben resumirse a seguir procurándose una existencia digna, sino vivir a plenitud. Esa plenitud no debe supeditarse al factor económico, sino al poder de cada jubilado para sentirse libre. Otrora sus labores cotidianas se vieron atadas a la responsabilidad de cumplir con decencia y decoro las tareas encomendadas; hoy se ha hecho acreedor a una merecida pensión jubilar. ¡Qué lindo escoger día, hora y momento climático más agradable para salir de casa y regresar cuando a bien lo considere!, ya no sujeto a horarios, ni rigurosa asistencia. Tampoco es aconsejable salir todos los días de casa, salvo para la ineludible necesidad de procurarse la diaria alimentación. Salir por salir es perder tiempo que bien puede utilizarse en leer un libro. Mejorando el rendimiento intelectual se consigue bienestar emocional al conocer y practicar nuevas tecnologías en los asequibles teléfonos inteligentes, adentrarse en la utilización de computadoras, con sus aplicaciones, evitando los peligros de las calles. Pero toda regla tiene su excepción. Es admirable observar la reunión diaria de jubilados en dos bancos situados en la vereda de la Ave. Olmedo, al pie del IESS, en una especie de cofradía: se ayudan, intercambian noticias, se nutren de una supervivencia emocional producto del contacto humano. Tenemos que aprender a desprendernos del sentimiento de pena. Hemos venido al mundo a disfrutarlo. La actitud que deprime cuando perdemos a un familiar, a un amigo o algo que hiere nuestro sentir, la fomentamos con recuerdos que hacen perder equilibrio emocional y desmejorar la salud. Lo irremediable ya sucedió. Los que partieron cumplieron lo que el destino les designó. Lo mejor es archivar esos recuerdos; quizás sean utilizados en una conversación que haga referencia a ellos. Jamás sentir que nos estamos quedando solos por los fallecimientos ocurridos; observar el alegre correr de los niños tras un balón, los pequeñuelos que dan su primer paso de libertad por la senda del saber. La vida es cada vez más intensa, violenta, nueva, como nuevos son los días. La regla de oro: interesarse en el aspecto personal. No contar los años vividos, sino sumarlos con aplomo para sentir que no hemos ni estamos viviendo vanamente. Tomar una copa de un buen brandy, vino o café con la familia, amigos. Perfecta armonía y convivencia; esa debe ser la existencia de un jubilado que se respeta.

César Antonio Jijón Sánchez