Camuflados para poder trabajar. Así estaba la mañana de este martes 31 de marzo un grupo de vendedores informales en uno de los callejones vehiculares del corazón de la bahía, en el centro de Guayaquil. Algunos, sentados un banquillos ofrecían alcohol, toallas húmedas y otros productos de limpieza. Otros tenían guantes y mascarillas de telas para vender. “A un dólar, a un dólar”, le ofrecen a los pocos conductores de los vehículos que pasaban por ahí.

Otros salían hasta uno de los semáforos en rojo, en la avenida Olmedo, buscaban el interés incluso de los conductores y pasajeros de buses de la Ruta de la Salud y luego regresaban. Era como si salieran y volviera a un escondite.

EXPRESO observó dos grupos más de vendedores ambulantes camuflados, en el interior de la bahía. En las periferias de ese lugar, que antes del coronavirus, acogía a 16.000 vendedores informales y donde atendían 13.000 locales, había desolación.

“La necesidad nos hace salir a la calle. Tenemos que trabajar para poder llevar la comida a la casa”, contó José, quien prefirió no dar su apellido.

Como en ese sector, había otras zonas de Guayaquil, donde el movimiento de carros, peatones y venta informal empieza a incrementarse. Por ejemplo, entre las calles José Mascote y Cristóbal Colón, otro informal vendía encebollados en tarrinas y tres cuadras al oeste, otro grupo vendía frutas y verduras. Lo hacían con recelo.

Por otro lado, en las afueras de mercados y supermercados las colas de clientes eran extensas. En la avenida Machala había aglomeración de personas en las distribuidoras farmacéuticas. “Me tocó salir a comprar medicinas y comida”, contó Christian Sánchez, quien era parte de una de las largas columnas.