HACHEROS , DROGANDOSE (10149878)
Panorama. Esta es la escena común en el sector, a diario.Amelia Andrade

Los consumidores se han adueñado de una acera en la cooperativa Julio Potes

Los moradores son amenazados por estos drogadictos de la zona

Los vecinos de la cooperativa Julio Potes, en el Guasmo, sur de Guayaquil, sobreviven desde hace más de un año viendo cómo una de sus veredas es ocupada por varios consumidores de drogas durante el día y más de veinte en la noche y madrugada. “Esto es algo que sucede a diario y ya es molestoso”, comenta Jorge (nombre protegido), quien reside a pocas casas del lugar de conflicto.

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Él, al igual que otros moradores, forma parte de un chat de mensajería instantánea en el que está incluido el personal policial y al que suelen escribir cuando necesitan ayuda. Pero, según lo que refiere el hombre, “desde hace más de un mes ya no contestan”.

Y es que “ya los policías están aburridos de nuestras llamadas”, comenta entre broma y algo serio.

Explica que las veces que los uniformados los han asistido, los consumidores se van por cinco minutos y regresan al sitio por el que pelean.

Sí, exactamente. Pelean por su ‘metro cuadrado’. Otra vecina, Johanna (nombre protegido), dice que se adueñan del espacio, una acera que recorre varios locales comerciales y viviendas, y “ya no es seguro”. Ella, además, expresa sentir temor porque “son malcriados” y ya la han amenazado por desalojarlos de ‘su portal’.

“Me han gritado: ‘Si sigues así, ya vas a ver lo que te pasa’. Además, como tengo dos adolescentes, me dicen que les pueden hacer algo”, confiesa con recelo.

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Pero el amedrentamiento no es la única ‘herramienta’ de acción, sino que también los roban cuando ven algún objeto sin vigilancia alguna.

“Se llevan los focos, cables. De hecho, hace poco tiempo se robaron todo el cableado de CNT (la empresa telefónica)”, agrega Jorge. Y en esto concuerda Johanna, quien afirma que lo que causan estas personas son problemas.

Reyna, también moradora, dice que ni siquiera se puede mandar a los niños a comprar algo a la tienda, porque no quieren que se topen con este panorama. “Aquí consumen a vista y paciencia de todos. No les importa si es de mañana o tarde, la cosa es que están fumando o inhalando cualquier cosa”.

Revela que Johanna no ha sido la única que ha tenido algún ‘encuentro con los inquilinos. “La dueña de una farmacia que está allí (al pie de donde hacen de residencia) les dijo algo y salieron más bravos. Los vecinos tuvieron que reclamarles entre todos porque hasta usan el espacio de basurero y para hacer sus necesidades”.

A todo esto, ellos consideran que el logo de “vivo mi barrio sin drogas”, que tiene pintado una pared del lado contrario de la calle, es paradójico para lo que experimentan. “Eso es una mentira”, aseguran.