Yaroslav Rakitskyy zenit
Yaroslav Rakitskyy en uno de los cotejos con el Zenit, quipo que además ya retiró la publicidad de Gazprom por estar ligada con el conflicto.Cortesía

Yaroslav Rakitskyy, único futbolista ucraniano entre 25 rusos

La actuación del defensa central del Zenit de San Petersburgo, la tarde de este jueves24 de febrero, en la Europa League, despierta interés en el conflicto

El ataque de Rusia a Ucrania ha tenido el involuntario efecto colateral de poner en el foco al defensa central Yaroslav Rakitskyy, único ucraniano entre los 25 jugadores inscritos en la UEFA por el Zenit de San Petersburgo ruso que este jueves 24 de febrero se enfrenta al Betis en el Benito Villamarín en la vuelta de los diecisesisavos de final de la Liga Europa.

Yaroslav Rakitskyy y el entrenador del Zenit, Sergei Zemak, comparte nacimiento ucraniano aunque no nacionalidad, aunque ambos nacieron y fueron soviéticos hasta la caída y desmembración en 1991 de la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas, la URSS, momento desde el que uno tiene pasaporte de Ucrania y el otro de Rusia.

La relación entre fútbol y política, en su más amplio sentido de la palabra, es tan antigua como la existencia de este deporte y de aficionados en sus estadios, cuyas gradas y terrenos de juego han sido el escenario en el que se han dirimido rivalidades enconadas y enemistades religiosas, económicas, sociales y de toda índole.

Rusia era así llamada en Europa pese a que desde comienzos de la década de los veinte del siglo pasado no era ya exclusivamente la patria de los zares, sino una confederación de repúblicas muy heterogéneas bajo la estricta férula unificadora del régimen comunista de Moscú.

Al oeste, en la parte occidental del entonces llamado 'Telón de Acero' o países del Pacto de Varsovia, todo parecía igual aunque no era lo mismo, desde la selección que se aparecía a los occidentales con los caracteres cirílicos de CCCP, la traducción de URSS, hasta los muchos Dinamos que se decían rusos pero que no lo eran, aunque sí soviéticos.

En Moscú había un Torpedo, un Spartak, un CSKA y un Dinamo, como también lo había en la georgiana Tiflis o la ucraniana Kiev, todos de la Unión Soviética hasta que ésta dejó de existir como tal y sus mitos empezaron a serlo también de las nuevas nacionalidades, tan antiguas.

Así, los que hasta ayer tenía la condición de mitos rusos en genérico, la de soviéticos en puridad, empezaron a ser lo que eran por su nacimiento y Oleg Blokhin o Protasov empezaron a ser ucranianos, Shengelia de Georgia y Lev Yashin, la Araña Negra, de Moscú, Rusia, la de los zares.

Es en este convulso contexto del derrumbe de la Unión Soviética en la que, al amparo de las nuevas nacionalidades emergentes, aparecen las nuevas rivalidades, que se hacen también más que evidentes en las antiguas repúblicas que se habían distinguido como vivero de genios del baloncesto como las Bálticas.

Este escenario es en el que Yaroslav Rakitskiy, nacido soviético en 1989, empieza a jugar al fútbol en el Shakhtar Donetsk de su país en 2007 y lo hace naturalmente hasta que en enero de 2019 ficha por el Zenit de San Petersburgo y, lo que era natural, deja de serlo por la traslación de la política al fútbol.