Vacante en el liderazgo global
Si hay dos países cuya política económica ha estado en el blanco de las críticas del presidente Trump, esos son Alemania y China. Mientras que Estados Unidos es el país con mayor déficit por cuenta corriente del mundo, Alemania y China se encuentran en el extremo opuesto, lo cual irrita sobremanera a amplios sectores de la actual Administración estadounidense. El principal asesor de Trump sobre cuestiones comerciales, Peter Navarro, ha sugerido que el Gobierno chino sigue manipulando a la baja el valor del yuan, y ha culpado al Gobierno alemán de “explotar” a EE. UU. y a sus socios europeos a través de un euro infravalorado, palabras que asombran más por ir dirigidas a un país aliado. El consenso de los economistas es que, en la actualidad, el grueso de las acusaciones de Navarro carece de fundamento. Trump ha dado algunos vaivenes en su apoyo a dichas acusaciones, pero siempre dejando entrever que sus suspicacias se mantienen. Desde su elección, otra de las listas que encabezan Alemania y China es la de candidatos a reemplazar a EE. UU. como líder mundial. Aunque exista mucho menos consenso sobre esta delicada cuestión, y aunque se trate de países profundamente distintos, son muchos los que ven a la canciller Ángela Merkel y al presidente Xi Jinping como referentes internacionales que cotizan al alza. No deja de ser una curiosa coincidencia, pues, que ambos mandatarios se enfrenten estos días a sus citas más importantes a nivel doméstico: las elecciones federales de Alemania y el Congreso quinquenal del Partido Comunista Chino. Se espera que Merkel obtenga con claridad su cuarta victoria electoral. El debate público ha estado marcado por la política de “puertas abiertas” que implementó el Gobierno de Merkel durante la crisis de refugiados y que la ha expuesto a feroces ataques. Afortunadamente para Merkel y para los valores humanitarios en cuya defensa no cejó, finalmente su decisión parece no haberle pasado excesiva factura entre el electorado. En las postrimerías del siglo XX, la secretaria de Estado Madeleine Albright definió a EE. UU. como “la nación indispensable”. Recientemente, el semanario The Economist se refirió a Merkel como “la europea indispensable”. Con Emmanuel Macron en el Elíseo y las elecciones alemanas en el retrovisor, habrá llegado el momento de adoptar medidas que doten de mayor vigor y equilibrio a la Unión Europea. Mientras tanto, Xi Jinping desde el año pasado está oficialmente considerado como núcleo” del partido PCCh, título que su predecesor Hu Jintao no obtuvo jamás. La mayoría de analistas vaticinan que el líder chino continuará rodeándose de fieles aliados, propósito hacia el que ha avanzado con su muy politizada y publicitada campaña contra la corrupción, la cual constituye un elemento central del nuevo relato legitimador del partido, así como el nacionalismo que promulga hoy en día el PCCh, y que se manifiesta en una política exterior más asertiva. En el plano exterior, Xi ha dado algunas muestras de que no descarta opositar a la posición de liderazgo que EE. UU. ocupó hasta ahora. Sin embargo, para tener éxito China necesitaría incrementar significativamente su “poder blando” y tejer una red de socios de la que por el momento carece, tareas que el creciente nacionalismo chino dificulta. Lo más seguro es que la era Trump-Xi se caracterice por una competencia estratégica cada vez más intensa entre EE. UU. y China, como ya se desprende de la crisis de Corea del Norte. ¿Evitarán otros países como la Alemania de Merkel o, la UE, que se erosione en exceso la cooperación entre grandes potencias en los años venideros?