Trump esta enganando a Putin

Casi todo el mundo lleva dos años pensando que el presidente ruso Vladimir Putin tiene a su homólogo estadounidense, Donald Trump, bajo su control. Pero puede ser que sea Trump el que está llevando de las narices a Putin. Trump ama a Putin, o al menos eso dice. En su hiperbólico estilo de ‘reality-show’, elogió el estilo de liderazgo autoritario de Putin y alardeó de que sería capaz de mejorar la relación de Estados Unidos con el Kremlin. Durante la reunión bilateral este año en Helsinki, Trump incluso tomó partido por Putin (un exagente de la KGB) contra funcionarios de seguridad estadounidenses, en la cuestión de la ya comprobada interferencia rusa en la elección presidencial de 2016 en EE. UU. Ahora más que nunca, Putin necesita la amistad de EE. UU. Aunque en marzo obtuvo la reelección como presidente por amplia mayoría, su índice de aprobación se ha derrumbado a un 45 %. Los rusos padecen la creciente inseguridad económica provocada por las sanciones que Barack Obama inició tras la anexión rusa de Crimea en 2014. El descontento popular en Rusia recibió otro impulso de una muy criticada reforma previsional que incluye un aumento de la edad de retiro. Y puede agravarlo todavía más cierta “fatiga” generalizada de los rusos respecto de la beligerante política exterior de Putin en Ucrania y Siria, y de su incesante propaganda antioccidental. Trump hizo poco por mejorar la relación bilateral, más allá de algunas movidas diplomáticas. En agosto prohibió a las empresas estadounidenses la venta de turbinas de gas y equipamientos electrónicos a Rusia, por sus posibles aplicaciones militares, e impuso aranceles a las importaciones de acero y aluminio, que aunque no apuntan específicamente a Rusia, costará a la economía rusa más de US$ 3.000 millones el año entrante. Luego anunció su intención de retirarse del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, un acuerdo bilateral de control de armamentos de tiempos de la Guerra Fría. El Kremlin sigue dispuesto a creer que si Trump no cumplió la promesa de mejorar los vínculos es por la oposición en el Congreso y por la demonización de Putin por parte de los demócratas y los medios en EE. UU., todo lo cual impediría a Trump un acercamiento oficial a Rusia por la desconfianza que provoca cualquier acción que parezca beneficiar a Putin. Pero en realidad ni demócratas ni medios han sido capaces de frenar a Trump. En cuanto a los republicanos, que hasta la elección intermedia controlaban ambas cámaras del Congreso estadounidense, hasta quienes más se le oponían ahora le lamen las botas. La explicación más probable de la traición de Trump a Putin es que su retórica amigable obedeció a su deseo de popularidad, no a un interés real de ayudar al Kremlin. Las acciones dicen más que las palabras, y nadie lo sabe tan bien como Putin, acostumbrado a la negación descarada de fechorías documentadas. Pero Putin sigue ignorando las acciones de Trump y pide tener más reuniones para “ponerse al día” con el lisonjero presidente estadounidense. Trump arrastró a todos a su mundo de ‘reality-show’, donde la sensación, la exageración y la desinformación están puestas al servicio de su único objetivo real: ser el último “sobreviviente” en la isla. Para cuando Putin por fin se dé cuenta de que fue engañado, es probable que el mundo haya pagado un alto costo en términos de estabilidad política, seguridad estratégica y daño medioambiental. Y Putin también tendrá que pagarlo.