Desde ‘la cabina del terror’ hablan sobre demonios, posesiones, fuerzas oscuras, espíritus... en ese mismo sitio han experimentado hechos paranormales, y EXTRA los acompañó.

Satanismo: el tema principal que se locuta en una cabina

Protegidos con pulseras rojas, tres personas se juntaron para hacer un programa ‘del más allá’.

Martes, siete y media de la noche. Tres personas se sientan alrededor de una mesa de madera, todos en una cabina de unos cinco metros cuadrados. Un ‘búnker’ completamente oscuro. Encienden velas energéticas. Y una voz gruesa arranca: “El oscurantismo estaba en pleno apogeo... el demonio, el infierno”. La piel se eriza y los sentidos se agudizan. Parece, de repente, como si un ente ingresara en esa, ‘la cabina del terror’ en el octavo piso de un edificio en La Alameda, en Quito.

Aunque parezca, este no es un ritual demoníaco. Es un programa de radio, y todas las semanas, desde hace tres meses, ellos se juntan en las noches para desvelar los temas ‘oscuros’ que a muchos los aterran, pero que a otros, quienes han templado sus nervios, los obsesiona... En el mes de Halloween, esta es la historia de ‘La Guarida del Conejo’ y los tres locutores ‘del más allá’ que, durante las transmisiones, han experimentado hechos paranormales: desde una sombra paseándose por la cabina hasta la manipulación ‘fantasma’ de los equipos. ¡De no creer!

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Miguel Ángel Maquis ideó este programa, cuyo proyecto arrancó hace seis meses, pero no había un espacio en dónde transmitirlo. Así que golpeó las puertas de EqRadio 539 digital. “Pensé que me iban a creer loco”, relata Maquis, de 30 años; pero la propuesta, por cierto no tan común, gustó. Y mucho. Al tener ya un sitio, entonces, comenzó el casting: buscaba gente que le cautivara el mundo paranormal. Así encontró a Fernanda Pérez, de 37 años, y Noemí Ortega, de 26. Dos colegas que disfrutan del terror tanto como él.

Lo más aterrador

Ocho y media de la noche. En la misma cabina en la que ahora hablan de la nigromancia, magia negra que invoca espíritus, revive cuerpos y los convierte en esclavos, experimentaron -dicen-, un hecho paranormal el primer día del programa. Mientras lo transmitían por Facebook Live (además de la radio), con las luces apagadas, velas y -de fondo- gritos desesperantes, los seguidores escribían que alguien más estaba parado detrás de Fernanda. “¿Quién es?”, preguntaban. Pero allí solo estaban los tres. Era, quizás, una sombra. O un espíritu. Nadie lo sabrá.

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Reconocen tener miedo, sí, pero no importa. Ellos continúan. En el octavo piso, donde funciona la radio, a las nueve de la noche, no queda nadie. Todos se han ido. Los únicos, al parecer, son ellos. Los tres locutores que, aunque empíricos, lo hacen muy bien. Bromean. Se asustan. Y cuentan que para que los espíritus no entren en los cuerpos es necesario hacer un círculo de sal.

De vuelta al programa, con cientos de seguidores conectados, hablan de posesiones y vampiros. Lion Edu, uno de los más fieles oyentes, escribe: “Antes de mi psicofonía me interesé por la brujería, porque tengo un amigo que su papá es brujo. Aprendí, llegué a hacer pactos de sangre y círculos mágicos. Magia blanca y negra. De todo se aprende”. Otros cuentan sus historias. Por ejemplo, ‘Carlos’ dice que en su casa hay espíritus porque su hermana, estudiante de la Cruz Roja, ha guardado un cerebro humano debajo de la cama para estudiar. Cierto o no, esto da pie a que los locutores continúen adentrándose, aún más, en los temas demoníacos.

Vientos del inframundo

Que los conozcan también responde a las transmisiones que hacen en Facebook. Y para ello utilizan la cámara de un celular y una especie de trípode. Cuentan que un martes, mientras tenían un receso afuera de la cabina, escucharon un estruendo. Fue fortísimo. Cuando entraron, vieron que el aparato estaban en el piso. Aseguran que no se cayó. Ni siquiera el ventilador estaba apagado para tener una ligera sospecha. Alguien debió haberlo lanzado, sentencian.

Ellos saben que al hablar de temas ‘oscuros’ abren portales multidimensionales. Y, conscientes de ello, Fernanda y Noemí apuntan a un lugar específico de la cabina donde las velas se consumen de una manera extraña. Para los locutores, eso es sinónimo de presencias ‘del más allá’...

En la radio no es el único lugar donde han experimentado cosas paranormales, también en sus casas, mientras preparan el programa.

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Un esotérico, al que invitaron una vez a la cabina, les recomendó usar pulseras rojas para alejar espíritus malignos y también limpiarse -quizás con baños- cada cierto tiempo. Y los tres lo hacen.

- ¿Por qué el nombre del programa se llama La Guarida del Conejo?, le preguntamos a Miguel.

- “Hace referencia a Alicia en el País de las Maravillas... al lazo entre lo oscuro y lo real”, responde Fernanda.

De repente, a solo unos minutos de que termine el programa, los controles empiezan a fallar. EXTRA lo comprueba. El volumen se sube y se baja solo. Es el clímax. Los locutores hablan del diablo; los radioescuchas comentan sobre la tierra del cementerio; pero, increíblemente, en la cabina todo sigue. No es la primera vez que han vivido esto. Por eso es indispensable que alguien siempre esté frente a los controles, y generalmente es Miguel, quien, cuando no está preparando guiones del inframundo, se dedica a tatuar. Fernanda y Noemí, en cambio, son asesoras comerciales.

Nueve y media, en medio de la oscuridad, golpean la puerta. Un guardia advierte que el edificio debe cerrarse y que todos tienen que salir. Se despiden de su audiencia, cierran ‘la cabina del terror’ -quizás para que todo quede allí dentro- y se van. Un martes más que han librado las fuerzas de otra dimensión.

Pilas con esto:

1. En medio de la oscuridad, los tres locutores están atentos de los mensajes de sus oyentes.

2. Miguel buscando historias en lugares apartados; cada semana presentan una temática diferente.

3. Las velas son energéticas y cada color tiene su significado, aseguran.