En el cantón Saquisilí, perteneciente a la provincia de Cotopaxi, se vive un viernes santo diferente, por las principales calles del cantón recorre desde muy temprano el arrastre de las banderas o caudas. Este año 2024 seis priostes vivieron estas fiesta de Viernes Santo.

Los escogidos son jóvenes solteros, quienes tienen un año para prepararse religiosa como físicamente para cumplir con el encargado de arrastrar la bandera donde se representa el viacrucis que vivió Jesús.

La procesión de las banderas inició con el acompañamiento de las almas santas, su representación no tienen un significado cierto, el traje tiene una forma de cono y termina con arco similar a un bastón y que en la parte final son colgadas con una flor hermosa de papel.

Después le sigue la banda de pueblo, que este día entona marchas militares antiguas que solo son entonadas en viernes santo. Hombres y mujeres jóvenes arrastran la bandera, alrededor de la misma se ubican niños que son los custodios de la bandera y evitan que se atore la cauda con algún obstáculo.

Para el inicio de la procesión los priostes llegan a la iglesia para recibir los símbolos de priostazgo. El sombrero que tiene varios adornos representa la interculturalidad del cantón, al tener el 75% del territorio indígena les permite recordar cuáles son sus raíces.

En el pecho los priostes llevan una llave que representa la apertura de la puerta de la fe en Dios. En el arrastre de las banderas se leen las siete palabras, la adoración y en la noche participan del descendimiento del cuerpo de Jesús y la procesión.

Todos los priostes al llegar a su domicilio comparten con los acompañantes la fanesca, el molo y los higos con dulce. De esta manera ponen en práctica compartir con los demás la comida tradicional de Semana Santa.

Esta celebración, arraigada en la historia y la cultura del pueblo, es un testimonio vivo de la fe y el compromiso de la comunidad con sus creencias religiosas.

A través de rituales ancestrales y símbolos cargados de significado, Saquisilí honra la memoria de Jesucristo en un Viernes Santo que trasciende el tiempo y el espacio, uniendo a sus habitantes en una experiencia espiritual única.

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