Quien perdio a la Argentina, otra vez

Inversores y analistas económicos han comenzado a hacerse la misma pregunta que formulé en un artículo publicado hace 18 años: “¿Quién perdió a la Argentina?”. A fines de 2001, mientras se intensificaba la búsqueda de culpables, el país iba camino de incumplir el pago de sus deudas, caer en profunda recesión y sufrir una pérdida duradera de credibilidad internacional. Ahora, para los papeles de víctima y acusador vuelven a competir muchos de los candidatos de antes, y se sumaron otros. Intencionalmente o no, todos están repitiendo una tragedia evitable. Macri asumió el cargo y comenzó a implementar una agenda de reformas ampliamente elogiada por la comunidad internacional. Pero tras eso el país se metió en problemas y recibió del FMI un préstamo por un monto récord. Argentina ha vuelto a caer en una crisis porque desde la última debacle, no hubo cambios suficientes. Por eso las bases económicas y financieras del país no dejaron de ser vulnerables a perturbaciones internas o externas. Bancos centrales con importancia sistémica (Banco de Japón, Reserva Federal de Estados Unidos y BCE) son los nuevos participantes de la vieja búsqueda argentina de culpables. Influidos por años de fuerte apoyo de los bancos centrales a los mercados de activos, los inversores estaban condicionados a esperar niveles amplios y predecibles de liquidez (un “factor global común” coherente) que compensaran toda clase de debilidades crediticias individuales. Este fenómeno se acentuó por la proliferación de inversiones pasivas, con índices que en la mayoría de casos usan una ponderación basada en el valor de mercado de la deuda en circulación (cuanta más deuda emita un mercado emergente, más peso tendrá en muchos índices). Luego está el FMI, que acudió una vez más en ayuda de Argentina cuando en 2018 varios fallos de política interna pusieron nerviosos a los inversores. Pero desde el primer día, el programa del FMI fue blanco de críticas por los supuestos que formuló sobre perspectivas de crecimiento de Argentina y su sendero a la viabilidad financiera a más largo plazo. Los mismos defectos que plagaron los programas anteriores de ayuda del FMI a Argentina, incluido el proceso caótico que llevó al default de 2001. Casi todos los involucrados tuvieron algo que ver con la debacle económica y financiera que se desarrolla en Argentina, y todos son también sus víctimas, habiendo sufrido daño a la reputación y en algunos casos, pérdidas financieras. Pero esos costos no son nada en comparación con los que enfrentará el pueblo argentino si su gobierno no actúa pronto (en cooperación con acreedores privados y el FMI) para revertir el deterioro económico y financiero. Gane quien gane la elección presidencial del próximo mes, el gobierno argentino debe abandonar la idea de una disyuntiva excluyente entre aceptar o rechazar todas las demandas del FMI y de los acreedores externos. Argentina tiene que emprender un programa de ajuste y reformas de origen local que ponga más énfasis en proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad. Con apoyo suficiente de la ciudadanía local, el programa daría a Argentina un sendero compatible con los mecanismos de incentivo, con el cual encarar la recuperación en cooperación con los acreedores y el FMI. Ante la desaceleración de la economía global y el riesgo creciente de volatilidad financiera en todo el mundo, no hay tiempo que perder.