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Nicho. Sabaya (chicas en árabe) es una alternativa para las mujeres excluidas de diversos sitios.Mohamed-Ibrhim / EFE

Franja de Gaza: Un restaurante rompe barreras

Es un respiro en una sociedad en la que el concepto de un local solo para mujeres resulta disruptivo. Un salto a las barreras del patriarcado

Cuando a la chef palestina Amna Hayek le impidieron dirigir la cocina de un restaurante de la conservadora Franja de Gaza por el solo hecho de ser mujer, decidió invertir la ecuación: abrió su propio restaurante, Sabaya VIP, cuyo personal y clientela son exclusivamente mujeres.

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Sabaya, que significa chicas en árabe, busca ofrecer una alternativa gastronómica para las mujeres de Gaza, excluidas de diversos sitios solo para hombres y ávidas de un espacio propio, seguro y privado.

El restaurante, decorado con incontables plantas y arreglos florales, ya muestra signos de ser un éxito, con un constante flujo de clientas desde su inauguración a comienzos de septiembre de 2022. Cuenta con un menú sencillo, que ofrece distintos tipos de cafés y comidas de elaboración rápida, como ensaladas, sandwiches y pizzas, además de platos más sofisticados.

Tras cruzar una puerta que no permite ver desde afuera hacia adentro, lo primero que se ve es un cartel que lee “Sabaya VIP, un respiro para mujeres”. A su lado, en letras rojas y blancas sobre un fondo negro y para no dejar dudas, otro destaca que está prohibido el ingreso de hombres.

“Sabaya logró enviar un mensaje al mundo de que nosotras como mujeres podemos crear y podemos triunfar sin la supervisión de los hombres”, señala Hayek desde la reluciente cocina en la que dice ha cumplido su sueño.

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El lugar. El local está decorado con plantas y arreglos florales. Tras ingresar, lo primero que se ve es el letrero: ‘Sabaya VIP, un respiro para mujeres’.Mohamed-Ibrhim / EFE

“Vivimos en una sociedad patriarcal que no permite que mujeres estén a cargo de cocineros hombres”, describe sobre la vida en Gaza, gobernada de facto por el grupo islamista Hamás y donde religión, tradición y conservadurismo se entremezclan en casi todos los aspectos de la sociedad.

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El Consejo de la Sharía de Gaza, entre otras cosas, obliga a las mujeres a llevar siempre hiyab, o les prohíbe viajar al extranjero sin el permiso de su “tutor masculino”, padre, marido o hermano.

Cansada de chocar una y otra vez contra estas barreras de género, Hayek ideó el proyecto de Sabaya junto a Riham Hammouda, dueña del restaurante.

“Empleamos a ocho mujeres, además de algunas más que preparan comida desde sus casas, y les brindamos un ingreso que permite ayudar a sus familias”, apunta Hammouda, que destaca que el índice de paro en la Franja ronda el 50%.

Todas las empleadas de Sabaya son graduadas universitarias, algo que según Hammouda, demuestra la dificultad que enfrentan los jóvenes profesionales gazatíes para conseguir empleos vinculados a sus estudios.

Esa situación se agrava por la crisis económica y humanitaria que enfrenta el enclave, bloqueado por Israel y Egipto, y cuyos más de dos millones de habitantes cuentan con acceso limitado a servicios básicos y sufren con frecuencia violentos enfrentamientos militares.

Uno de los aspectos más característicos del restaurante es su vínculo afectivo con su clientela, no solo a través del género sino unidas por un sentimiento de complicidad y de pertenencia.

Esto se evidencia en el hecho de que algunas comensales han aportado sugerencias, que van desde la incorporación de una biblioteca con libros y revistas, la contratación de una nutricionista que brinde consejos, hasta la instalación de una sección de belleza y una peluquería.

“El sitio es cómodo y muy bonito, la comida es buena”, explica Abeer, una de las primeras en visitarlo.

“Estábamos expectantes por su apertura y disfrutamos el hecho de poder venir sin que nadie nos lo impida. “Es para chicas y aquí nadie nos puede decir nada”, agrega.

Esa sensación de libertad y de empoderamiento tiene lugar en paralelo con cierta molestia de algunos sectores de la sociedad, para los que el concepto de un restaurante solo para mujeres resulta absolutamente disruptivo. Algunos lo han descrito como una desviación de los valores tradicionales y ya se han propagado rumores negativos sobre el proyecto.

Estas críticas se suman a la extensa lista de obstáculos que enfrentan las mujeres gazatíes para desenvolverse personal y profesionalmente, y para Hayek y Hammouda son solo una más de las barreras que están decididas a superar con su emprendimiento.

No es ciudad para mujeres

“Las mujeres vírgenes (solteras) o que estuvieron casadas (divorciadas y viudas) de cualquier edad no podrán viajar sin permiso de su guardián masculino (padre, abuelo o hermano)”. Hasan al Jojo, presidente del Consejo Supremo de la Sharía (ley islámica) en la franja de Gaza, publicó en abril de 2021 este edicto tras declararse preocupado por el creciente número de “muchachas que se marchan sin el consentimiento de sus padres”. En su dictamen se sobreentendía que las casadas solo van donde les deja su marido. En agosto de 2019, Arabia Saudí puso fin a las limitaciones a los desplazamientos de mujeres adultas, que hasta entonces necesitaban la autorización de sus tutores para viajar, como si fueran menores de edad. Declarada técnicamente inhabitable por la ONU, dentro de Gaza no hay a dónde ir. Los dos millones de palestinos hacinados en la estrecha franja costera de 365 kilómetros cuadrados se desesperan desde 2006 a consecuencia del bloqueo impuesto por Israel, jalonado por tres devastadoras guerras. Unos 35.000 palestinos abandonaron la franja palestina en 2018, según estimaciones israelíes, a través de la frontera con Egipto. En 2019, Naciones Unidas contabilizó 10.000 salidas por encima de las entradas. (El País)