Apoyo. Partidarios del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se manifestaron ayer frente a la sede de O’Globo, en Rio de Janeiro.

Lula convoca a su pueblo y coquetea con la presidencia

Los análisis de líderes oposicionistas filtrados a la prensa brasileña a lo largo del fin de semana indican que el acoso al líder ayuda a reorganizar el campo petista y puede perjudicar más que ayudar al plan de debilitar a Rousseff.

Más de 200 simpatizantes del expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) se manifestaron ayer ante la sede de la televisión Globo en Río de Janeiro para denunciar “la persecución de los medios” en el caso de corrupción en Petrobras, por el que el pasado viernes la Justicia allanó la casa de Lula y lo llevó a declarar.

“Si atacan a Lula, me atacan a mí”, gritaban los manifestantes, con banderas rojas del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) en el poder, fundado por Lula al final de la dictadura militar en 1980.

La respuesta de los ‘lulistas’ tiene que ver con el cuadro dramático que el expresidente, líder del partido y mentor de la mandataria Dilma Rousseff, protagonizó el pasado viernes, cuando, abatido después de declarar, llegó al auditorio del PT para ofrecer un discurso rabioso y emotivo.

Ese día, Lula dejó claro que la estrategia que utilizará para defenderse de las acusaciones de que se benefició de la trama de corrupción de Petrobras será convocar a lo que queda de su militancia. La defensa consistirá en ser una especie de candidato prematuro a las elecciones presidenciales de 2018.

Habló por esto no de su defensa ante las acusaciones, sino de su infancia pobre, de cuando escapó de morir de hambre en el interior, de su vida de trabajador, de cómo consiguió capacitarse como tornero mecánico, de su pasado de lucha por la democracia, de la época en que adquirió conciencia política y fundó un partido, de su fuerza como líder al salir elegido presidente de Brasil, y de su legado como mandatario, “el mejor de todos los que hayan gobernado este país”.

Lula quiso volver a ser el mito y distanciarse del hombre al que se le acusa de corromperse en nombre de empresas, de frecuentar casas de campo reformadas por constructoras involucradas en la trama y de ser dueño de un tríplex en Guarujá, en el litoral paulista, cuyas fotos aparecen a diario en la televisión. Insistió en dejar claro que no era el hombre que bebía vinos caros. Que si cobraba 200.000 dólares por conferencia era porque lo invitaban a que explicase el milagro que hizo para llevar energía a millones de pobres del país. Y que si iba a una finca era porque le invitaba un amigo.

Los análisis de líderes oposicionistas filtrados a la prensa brasileña a lo largo del fin de semana indican que el acoso al líder ayuda a reorganizar el campo petista y puede perjudicar más que ayudar al plan de debilitar a Rousseff.

La militancia, que en los últimos meses se mostraba avergonzada de salir a las calles, ya fuese por el desencanto con las denuncias, la crisis o el rechazo a un Gobierno que ha adoptado medidas que han afectado a su base, comenzó a responder a los llamamientos.

Ahora el PT planea nuevos actos de calle para este mes, especialmente después del próximo domingo, cuando están convocadas protestas anti-PT en todo el país.

Aquel viernes, Lula además dio un guiño a su posible candidatura: lloró varias veces al hablar de los logros sociales de su Gobierno. Si antes había titubeado acerca de 2018, decidió dejar el recado más claro: “Estaba tranquilo en mi rincón. Tenía la expectativa de que eligieran a alguien para disputar 2018. Pero quiero ofrecerme a ustedes. A partir de ahora, la única respuesta que puedo darle a la violencia que me infringieron con este escándalo es salir a la calle y decir: ‘Estoy vivo’”.

Según el fiscal Fernando dos Santos Lima, Lula se benefició de “muchos favores” de grandes empresas constructoras implicadas en el escándalo de Petrobras. Rousseff lo visitó en su domicilio el fin de semana para reforzar la imagen del partido.