
“Necesitamos sombra”
Hay críticas por el tratamiento al arbolado urbano. Las zonas más calientes están en el norte.
Una palma de las que se observan a lo largo de la avenida Francisco de Orellana, sin mayor ramificación que un penacho de hojas, no atenúa el exceso de las ondas sonoras en la ciudad como lo harían otras especies. Y aquel es el menor de los males.
Guayaquil sufre un exceso de rayos ultravioleta, que producen cáncer a la piel, y su arbolado urbano, en general, no contrarresta este efecto. Esta realidad, afirma Xavier Cornejo, se convirtió ya en un “asunto de salud pública”.
Este experto, catedrático de la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Guayaquil, investigó el tema y está a punto de lanzar un libro que concluye, entre otras verdades, que “necesitamos sombra”. Sombra y más árboles nativos.
Critica, en entrevista con EXPRESO, que en la ciudad predomine el cultivo de árboles introducidos, que consumen más agua, y cuestiona que con la regeneración urbana se hayan retirado las especies nativas. “Fue ignorancia y falta de ley”.
En parques y áreas verdes algunas especies endémicas se reemplazaron por otras de origen asiático. En el parque Samanes ocurrió igual. Allá hay samán, que es venezolano. Mientras que en la Isla Santay se introdujo la palma real, originaria de la parte sur del Caribe.
El botánico James Pérez ratifica aquello y suma ejemplos a la lista de Cornejo. En el cementerio hay árboles de India y en el parque Seminario, de África. En una reciente obra que publicó, resume que de 89 especies de palmas que existen en la ciudad, con siete variedades diferentes, solo cinco son nativas.
Es contraproducente. “Hay especies foráneas que en lugares protegidos como Samanes y Santay pueden llegar a reproducirse de manera masiva, dañar manglares y humedales, y cambiar la estructura y la composición de la flora...”, explica Cornejo.
¿Pero qué ocurre en la zona urbana? Además de demandar demasiada agua (hasta 10 veces más), en su mayoría estas especies no aportan microclimas. Son solo adorno.
El director de Parques y Áreas Verdes del Cabildo, Abel Pesantes, argumenta que no hay azar antes de retirar o sembrar árboles dentro del área urbana. “Se realizan estudios y se establecen especies con diferentes características, que son sembradas bajo un criterio técnico de acuerdo con el diseño urbano del sector”.
Aquello contempla, entre otros aspectos, el espacio donde serán sembrados, la incidencia del tendido eléctrico, las construcciones aledañas y las redes de agua potable y aguas servidas.
Aunque admite que se introducen especies foráneas, como el neem, que es de la India, Pesantes dice que también se arboriza con plantas nativas, como el laurel blanco, palo santo, pigio, guasango, pechiche, ébano, guachapelí, bálsamo, guasmo y otras. Solo en lo que va del año, se sembraron 3.815.
A la ecologista Andrea Fiallos aquello no le parece suficiente. “Vivimos en un clima caliente, en donde prácticamente nueve meses al año no tenemos agua. Lo natural sería que nosotros imitemos al bosque seco y que trabajemos mayoritariamente con esas plantas”.
“Esta es una ciudad que recalienta como una plancha. Necesitamos sombra y la obtendremos con más árboles nativos”, resume Cornejo.
Este escenario, analiza Lisseth Mena, máster en Ciudad y Arquitectura Sostenible, aporta de tres a cuatro grados más de temperatura a la urbe. “Los espacios públicos son totalmente impermeables. A las autoridades les encanta usar hormigón y tres o cuatro palmeras ornamentales”.
El funcionario municipal defiende la acción de la entidad y asegura que “todos los diseños paisajísticos que incluyen siembra de árboles establecen beneficios ambientales, como disminución de temperatura, captación de dióxido de carbono y generación de oxígeno, mejorando así la calidad de vida de la ciudadanía”.
Sin embargo, en un estudio reciente realizado por el arquitecto y urbanista Félix Chunga para ubicar las islas de calor en la ciudad, se concluyó que la mayor temperatura en Guayaquil se concentra en los sectores norte y oeste. “Allí no hay calidad ni buen diseño de áreas verdes. Tienen césped, palmeras, árboles en temprano crecimiento... Esto impide que la temperatura del aire se pueda neutralizar”.
Este especialista reconoce que en los últimos cinco años se ha cambiado el uso de la vegetación en espacios públicos. “Hemos dejado de utilizar tanta palmera y hemos comenzado a utilizar especies nativas”. Pero todavía estamos en pañales.
Debería exigir poner árboles que protejan
El cultivo de los árboles nativos de sombra, como protectores solares y creadores de microclimas saludables, debe estar estipulado de manera explícita en el marco normativo ambiental para las ciudades y centros urbanos que se encuentran en áreas cuyo rango de exposición a rayos UV es nocivo para la salud, como Guayaquil, sugiere el experto Xavier Cornejo. Además, remarca que las palmas que superan los tres metros de alto no deberían ser cultivadas masivamente, sino reemplazadas por árboles.