El abrazo de sus niños, como miss Conchita les dice a sus alumnos, es la mayor recompensa que recibe cada mañana, ya sea en el aula o patio del plantel.

“Me retirare de las aulas solo cuando Dios asi lo disponga”

Los cuatro nietos que ella crió han heredado el legado docente y espera que sus bisnietos también sigan sus pasos algún día.

Acaba de cumplir 90 años y en medio de una rutina en la que se mantiene actualizada vía internet, libros y revistas impresas, María Concepción Romo Hanan, sigue enseñando en la Unidad Educativa International School, que fundó en 1970 en el centro de Guayaquil y que desde 1975 está ubicada en la ciudadela Los Almendros, sur de la ciudad.

Sin un título universitario que acredite su carrera, pero con una enorme vocación que avala su profesión docente, miss Conchita, como cariñosamente le dicen estudiantes y maestros, es la eterna profesora que ha enseñado a tres generaciones cómo hablar inglés correctamente.

Ella asegura que no hay claves ni secretos de la fórmula que le permite seguir “en carrera” después de más de 70 años de ejercicio de la docencia.

Ha trabajado toda la vida, y en esto de conservarse firme al frente de una clase la guía la pasión de educar. “Me gusta enseñar lo poco que sé. Yo no me puedo quedar con eso que aprendí; alguien lo tiene que recoger y me alegra que sean los estudiantes quienes lo aprovechen”, dice con humildad.

Nació en Estados Unidos, pero es hija de padre ecuatoriano y madre griega. A los 12 años llegó a Ecuador (Quito) para estudiar la secundaria, pero la Segunda Guerra Mundial, que se desarrolló entre 1939 y 1945, obligó a sus padres a retornar al país del norte.

Cuando el conflicto terminó, nuevamente regresó a Ecuador, y esta vez se radicó en Esmeraldas, donde comenzó a dar clases gratuitas de inglés en una escuela de esa localidad, hasta trasladarse definitivamente al Puerto Principal.

Desde entonces miss Conchita no ha parado de enseñar. Fue maestra en el colegio Americano de Guayaquil, Centro Ecuatoriano Norteamericano (CEN), en el Instituto de Diplomacia y Ciencias Internacionales de la Universidad de Guayaquil y desde hace 42 años en el colegio International School, donde se mantiene vigente y del que solo se irá “cuando Dios así lo disponga”, asegura.

Con un espíritu que, se advierte en la primera impresión, derrocha entusiasmo, ella ha sido testigo de cómo la educación ha ido cambiando.

“Antes se enseñaba conocimientos, pero también valores como el respeto. Estos ahora se les inculca poco a los niños. Tampoco hay el apoyo de los padres en la formación de sus hijos. Antes los representantes le pedían al maestro que corrija al menor cuando cometía actos de indisciplina; ahora se enojan cuando el docente trata de enrumbarlo”, comenta con algo de sinsabor.

Lo bueno de estos tiempos, remarca, es que el maestro y alumno cuentan con recursos tecnológicos que ofrecen información inmediata en el aula.

Con su lento caminar, todos los días llega al colegio, ingresa al aula donde sus alumnos la reciben con un “buenos días” ensordecedor y la alegría y cariño que le manifiestan.

Su memoria no recuerda con claridad los nombres de tantos estudiantes que ha tenido a cargo durante estas siete décadas; pero dice que le llena de satisfacción encontrarse en la calle con algunos exalumnos que ahora son profesionales exitosos, que le agradecen la enseñanza que ella les brindó. “Es reconfortante saber que he sembrado en tierra fértil ”, manifiesta la maestra.