Javier Marías vuelve sobre sus pasos literarios

Javier Marias vuelve sobre sus pasos literarios

El autor español vuelve a las estanterías con esta inusual obra que, podría ser de espías, y al mismo tiempo no serlo.

“El mero hecho de nacer nos expone”, dice el español Javier Marías al empezar a hablar de su obra más reciente ‘Berta Isla’.

“Simplemente por estar en el mundo alguien nos ve, nos identifica y, según las dotes que tengamos o el interés que suscitemos, se nos pueden pedir cosas, o exigir, o intentar utilizarnos. El mero hecho de estar en el mundo es una especie de peligro, y es lo que también le sucede a Tomás Nevinson: siendo muy joven, se encuentra conque su vida entera depende de haber sido divisado por los demás”.

El autor español vuelve a las estanterías con esta inusual obra que, podría ser de espías, y al mismo tiempo no serlo.

En ella retoma a su personaje, hijo de madre española y de padre británico, Tomás Nevinson, quien aparece previamente en ‘Tu rostro mañana’.

Marías reincorpora aquí el recuento en tercera persona, que permite la distancia humorística y también la libre expresión de manías u opiniones. Le siguen gustando los diálogos extensos, así como le place introducir personajes raros y notas cómicas, o demorarse en escenas tensas que rozan en el absurdo.

Su estilo serpenteante y su perfecta estructura interna siguen el destino de Tom. Es una suerte de Fausto que un día vendió su alma al servicio secreto británico porque se vio culpable y además era multilingüe y un consumado imitador de voces y acentos.

Pero hay otra parte de la novela que descansa sobre su mujer, Berta Isla, cargada de razón, de sentido común y de una suerte de egoísmo biológico y certero.

Ni es casual que se apellide Isla, ni que Javier Marías le haya otorgado la propiedad del título del relato y el privilegio de ostentar la principal voz narrativa. La enigmática centinela que comienza la novela, abre también la parte décima y última: un cierre en eco que solo puede concluir con la melancólica convicción de que “las vidas (...) como la mía y la suya, y también tantas y tantas, solamente están y esperan”.

Y es que, aunque ella es vital a la novela, la protagoniza sin casi nunca tener a su marido al lado. El destino de esta Penélope está guiado por el instinto de supervivencia y la capacidad de afecto, controlados ambos por una aguda prevención contra la fantasía.

El rumbo de Ulises lo está, en cambio, por su credulidad obstinada, un cierto sentido del honor y la peligrosa mezcla del fatalismo y la acción. Y, en tal orden de cosas, su relación con sus dos mujeres extramatrimoniales (Janet y Meg) revelan su incompetencia irresponsable.

En las ficciones de Marías las citas literarias textuales o la evocación de personajes histórico-literarios son mucho más que un legítimo adorno. Como en el arcaico juego de las sortes bíblicas, anticipan el destino y subrayan la fatalidad.

Las referencias al drama shakespeariano Enrique V y a la ronda del monarca entre sus soldados se superponen a la explicación de los motivos que llevan a un joven estudiante a servir como espía.

Cuando Berta lo ve llegar a su casa, tras 20 años de ausencia, más grueso y barbado, con aire ausente, le evoca la figura de El holandés errante. La perspicaz Penélope sabe que la versión wagneriana de la leyenda del navegante encierra también una historia de amor, ya que el afecto y la fidelidad le podrán arrancar de su destino. O quizás no.

Berta Isla es una de las más complejas y atrevidas novelas del autor y, sin duda, la más inquietante y desolada. Una novela sobre la espera.