
La incredulidad hizo fuerte a Almeyda
Ese espíritu combativo que tenía como jugador, el argentino Matías Almeyda lo trasladó al banquillo, viviendo los partidos con intensidad y siempre apuntando de manera irrenunciable a ganar, más allá de cualquier obstáculo.
Ese espíritu combativo que tenía como jugador, el argentino Matías Almeyda lo trasladó al banquillo, viviendo los partidos con intensidad y siempre apuntando de manera irrenunciable a ganar, más allá de cualquier obstáculo.
Es que las cosas no fueron fáciles para el ‘Pelado’ desde que asumió las Chivas en el 2015. Lo hizo sin haber ganado ningún título en su trayectoria como técnico en la máxima categoría, más allá de dos ascensos: uno con River Plate y otro con Banfield.
En medio del júbilo tras conseguir el Clausura de la Liga MX para los de Guadalajara tras 11 años, le contestó a aquellos que veían lejanos sus logros en suelo azteca, un país donde ya suma cuatro títulos: “Por ahí ya han cambiado de opinión”, dijo visiblemente agitado por el festejo luego de vencer en la final a Tigres 2-0, dirigido por un experimentado como lo es Ricardo ‘Tuca’ Ferretti.
En la historia de un equipo que se jacta de ser el más mexicano del fútbol de ese país, el otrora técnico millonario ya tiene un lugar y lo hizo creyendo en su material humano.
“Creo más en los mexicanos que muchos mexicanos”. Almeyda formuló esa frase en agosto de 2016, unas semanas después de que los dirigentes de la liga causaran una gran controversia al establecer una regla a la que se denominó “la 10/8”, que permite a todos los equipos convocar para cada partido a 10 jugadores venidos del extranjero y solo ocho mexicanos por nacimiento.
El argentino impuso un estilo de juego con verticalidad, avances por los costados, ataques organizados por el centro y un alto índice de finalización de jugadas con remates al arco, muestra de su propuesta ofensiva.
Almeyda ya está impregnado en el libro de oro de las Chivas, así como el escudo estará tatuado en su piel, tal como lo prometió el rioplatense luego de levantar la copa, esa en la que pocos creían y hoy casi todos contemplan asombrados.