
Las eventualidades en el control de las inundaciones
En Las Maravillas, del cantón La Troncal (Cañar), el jornalero José Luis Guerrero no deja de sentir temor por el río Bulubulu, que siempre hace sentir su fuerza en los inviernos. Tal vez el mismo miedo que invade a María León y a sus siete parientes y vecinos, en el recinto Pocos Palos, en el cantón Durán.
Aunque ambas poblaciones están a unos 100 kilómetros de distancia, la primera a pocos kilómetros del nacimiento del río, en la cordillera, y la otra a algo más de un kilómetro de su desembocadura en el golfo de Guayaquil, el caudaloso Bulubulu marca sus vidas durante la época lluviosa.
Guerrero es jornalero en una hacienda en Las Maravillas, a poca distancia del embalse formado con el agua que una estructura de derivación le resta diariamente al río, para evitar desbordes del afluente que afecten la zona. Pero la semana pasada, una palizada obstruyó las compuertas de descarga del excedente, que hizo elevar el nivel de la represa a niveles preocupantes.
La mencionada obra es parte del proyecto Control de Inundaciones Bulubulu, inaugurada el año pasado por el Gobierno, y que pasó a complementar la primera fase de ese proyecto, ejecutado por más de 15 años, para evitar los desbordes de ese río y del Chimbo, con la construcción de cinco canales artificiales (bypass) que transportan el excedente al mar, en las inmediaciones de Churute.
Desde la semana pasada Guerrero camina con desconfianza cerca de la gran masa de agua que, de no haber sido represada, ya habría volcado su furia sobre los sembríos y poblaciones ribereñas. El temor persiste porque aún faltan unos dos meses de aguaceros y la intensidad de estos asusta.
Pero a pesar de habérsele restado caudal en Las Maravillas y aguas abajo, en la estructura de derivación de Manuel de J. Calle (también en La Troncal), el Bulubulu siguió acumulando agua hasta desbordarse cerca de su desembocadura en el Golfo. Los muros de contención, construidos hace años por Cedegé (la entidad ya no existe) no alcanzaron a frenar el desborde del agua hacia sembríos y poblaciones ribereñas, y que arrasó animales domésticos e inundó un amplio sector del sur del cantón Durán. Allí, ahora maquinaria del Municipio local ejecuta trabajos emergentes.
Los sitios afectados son San Antonio, La Sanja, Gallinazo, Pocos Palos, La Puntilla. En Pocos Palos, María León perdió tres chanchos y 20 gallinas porque el nivel del agua subió, e incluso las camas de su casa quedaron bajo el agua.
En San Antonio, Rosa Gómez dice que hace 13 años que no tenían una crecida tan grande como esta, que los ha mantenido inundados por casi dos semanas.
Ese mismo tiempo lleva anegado el sector de Santa Rosa de Flandes, en la orilla sur del río Naranjal, en el que también el Gobierno actual ejecutó un proyecto de control de inundaciones, que fue inaugurado hace dos meses.
En esa población del cantón Naranjal, 47 casas fueron anegadas (216 personas afectadas) por el agua del crecido río que se filtró por las compuertas que regulan uno de sus afluentes.
Desde el miércoles, la Prefectura del Guayas extrae, con una bomba flotante de 16 pulgadas, los 100.000 metros cúbicos de agua que quedaron represados.
Enrique Guerrero, director de Fortalecimiento Rural de la Prefectura guayasense, dijo a este Diario que se prevé concluir la evacuación del líquido este fin de semana.
Según Riesgos del Municipio de Naranjal, Santa Rosa de Flandes es, hasta ahora, el único lugar a orillas del Cañar donde se registraron inundaciones. “Las obras de prevención han funcionado”, comentó una funcionaria de esa entidad.
El proyecto de control de inundaciones del río Cañar también ha sido efectivo, manifestó el empresario agrícola Jimmy Araujo Cárdenes (56 años), que tiene una finca cercana al lugar donde una estructura de derivación le quita agua al río Cañar para enviarla por un canal de 23 kilómetros (bypass), que tiene un sedimentador para almacenar 14 millones de metros cúbicos de agua para riego.
El excedente del líquido también se descarga en el golfo de Guayaquil, a la altura de Churute.
En Las Maravillas, del cantón La Troncal (Cañar), el jornalero José Luis Guerrero no deja de sentir temor por el río Bulubulu, que siempre hace sentir su fuerza en los inviernos. Tal vez el mismo miedo que invade a María León y a sus siete parientes y vecinos, en el recinto Pocos Palos, en el cantón Durán.
Aunque ambas poblaciones están a unos 100 kilómetros de distancia, la primera a pocos kilómetros del nacimiento del río, en la cordillera, y la otra a algo más de un kilómetro de su desembocadura en el golfo de Guayaquil, el caudaloso Bulubulu marca sus vidas durante la época lluviosa.