
Espinosa conserva su angel
Fracasó por cuatro votos el juicio político contra la excanciller. El correísmo la defendió y el oficialismo, para variar, fue incapaz de mantener su bloque unido.
Que fue la beligerancia de Cristina Reyes, quien trapeó el piso con María Fernanda Espinosa, lo que arruinó el juicio político. Eso se comentaba en la bancada correísta, donde resulta que los despliegues de iracundia ahora son mal vistos después de diez años de ejercerlos contra todo y contra todos. Otros opinaban que no, que la culpa fue del exasesor presidencial Eduardo Mangas, esposo de la interpelada: se la pasó el día haciendo llamadas a los asambleístas con el fin de virar sus votos a cambio de quién sabe qué, arriesgó Eliseo Azuero en su discurso. Lo cierto es que, con la abstención del correísmo y de una docena larga de oficialistas, fue rechazada la moción de censura contra la excanciller en el juicio político propuesto por CREO y el Partido Social Cristiano. Apenas cuatro votos faltaron para alcanzar los 91 que exige la mayoría calificada necesaria para censurar a un ministro.
De nada sirvió a los interpelantes dejar el caso de Julian Assange por fuera de sus alegatos. En la Comisión de Fiscalización, los correístas habían asegurado estar dispuestos a votar a favor de la censura siempre y cuando se eliminara ese tema, que los compromete, así que los interpelantes decidieron sacrificarlo y quedarse con los otros dos: la crisis de la frontera norte y la situación de los ecuatorianos en Venezuela. No bastó: los correístas (Doris Soliz habló a nombre de ellos) calificaron la estrategia de “oportunista” y aprovecharon para solidarizarse con Espinosa, víctima según ella de persecución política, y para decirle que sí, que la entienden, que a ellos les pasa lo mismo y que, a pesar de haberlos ella traicionado (tan nobles son sus sentimientos), se conduelen.
De cualquier manera, el tema de la nacionalización del hacker australiano, aunque excluido de los alegatos, sí formó parte del informe de la Comisión de Fiscalización, con cuya lectura arrancó la sesión a las 10:50, y fue el eje del debate, que se cerró pasadas las 20:00. También se refirió extensamente al caso la propia excanciller Espinosa, que habló por videoconferencia desde su despacho en Nueva York, con dos banderitas de la ONU a sus espaldas, un martillo como aquellos que usan los jueces, un puñado de libros nuevecitos...
Espinosa se acogió a las obligaciones de protección que tienen los Estados para con un refugiado político y, con respecto al gobierno del que fue parte, quemó sus naves: con insistencia desmintió a Lenín Moreno y con disimulo ridiculizó a su canciller. Dijo que la nacionalización de Assange “fue discutida en varias reuniones con el presidente”. Este había asegurado que la decisión fue de ella. Pues no: “Todas mis actuaciones fueron consultadas con él”, dijo la excanciller. Y con respecto a su sucesor no pudo ser más clara: “condenar la naturalización de Assange como lesiva”, soltó, aludiendo a José Valencia, “es una simplificación”. Una que revela “desconocimiento del derecho internacional”.
Pero no todo fue un lecho de rosas para la excanciller. Tuvo momentos difíciles y su rostro, exhibido ahí donde eligió ponerlo, a plena pantalla y bien visible para todo el mundo, se demudó y se descompuso hasta el extremo de obligarla a salir apresurada y perderse por cinco minutos. Esto ocurrió cuando los familiares de los periodistas de diario El Comercio asesinados durante la crisis de la frontera norte se presentaron, en un vídeo que llevó Cristina Reyes, y la desmintieron en la cara. Ella había jugado el papel de la humanista conmovida por la tragedia y solícita con las víctimas a quienes acompañó, dijo, y por quienes hizo todo lo que estaba a su alcance. Entonces aparecieron los familiares con una versión muy diferente: “La Cancillería nos dejó solos”; “la única reunión fue para decirnos que ya habían encontrado los cuerpos, ya lo sabíamos”; los contactos con la Cruz Roja, con el gobierno de Colombia, con la OEA... “los hicimos nosotros”. Espinosa enrojeció visiblemente y se llevó ambas manos a la boca.
La acusación de negligencia en el caso de la frontera norte la presentó Cristina Reyes. Vestida de un rojo casi tan encendido como el pintalabios de la excanciller, no tuvo piedad. “No le llamaré doctora como a usted le gusta porque ya sabemos que lo de su título es puro cuento”, empezó diciendo. Y de ahí, para arriba: “La política exterior de este país jamás debió estar en manos de una farsante”. “Usted es víctima de su soberbia y sus mentiras”. “El charlatán no es menos charlatán por usar un lenguaje sofisticado”. “Su trabajo fue un fiasco”. “La cuentera de la Quinta Avenida le dirán en su nuevo y lujoso barrio”. Aquí estalló Silvia Salgado, cuyos delicados oídos no pudieron con tanto. Hubo gritos de lado y lado por instantes.
Si la excanciller se había centrado en exponer lo que le manda la Constitución, Reyes sustentó su acusación de negligencia en dos leyes: la de Seguridad Pública y la de Servicio Exterior, que atribuyen a la Cancillería tareas específicas relacionadas con la seguridad del Estado. Comparó la cronología de la crisis de la frontera con la agenda de viajes de Espinosa en su campaña para presidenta de la Asamblea de la ONU: Costa Rica, Colombia, Suiza, Surinam, Chile, Estados Unidos, Azerbaiyán, Canadá, Bielorrusia... “Usted pasó de canciller a candidata, esa era su función: candidata”.
Fernando Flores, de CREO, defendió el cargo de negligencia en lo relacionado con la atención de los ecuatorianos que enfrentan la crisis humanitaria en Venezuela. Ella había enumerado una lista larga de acciones consulares, pero él replicó con un argumento difícil de ignorar: la excanciller, dijo, no hizo nada para socorrer a los ecuatorianos víctimas de la crisis humanitaria porque, para empezar, nunca reconoció la existencia de esa crisis.
La jornada se cerró con tres horas de un debate sin mayores novedades. Quizás lo más relevante fue la acusación de peculado que dejó caer Marcelo Simbaña (CREO), por uso de bienes y fondos públicos para promocionar la candidatura de Espinosa a la ONU, que él calificó como “una aspiración personal”. José Serrano, que había sido el último en llegar (lo hizo, de hecho, con más de tres horas de retraso), fue también el último en hablar. Esto (que Serrano hable) es ya una novedad notable. Lo hizo para expresar su lucha inclaudicable contra los poderes hegemónicos mundiales y su consecuente apoyo a la excanciller Espinosa. Él y Silvia Salgado fueron los únicos que votaron No.
Hoy
Decisión sobre las comisiones
La prolongación del juicio político hasta más allá de las 20:00 impidió la celebración de otra sesión del Pleno que estaba convocada para las 17:00. En ella, estaba previsto resolver el tema sobre las comisiones que siguen en disputa por desacuerdos al interior de la nueva mayoría: Derechos de los Trabajadores, Educación y Gobiernos Autónomos. El tema quedó aplazado para hoy.