EE. UU. y aranceles altos a importaciones chinas

Hasta los años 70, el comercio exterior de Estados Unidos era equilibrado. Mas, desde mediados de esa década, el excedente comercial para servicios aumentó significativamente, mientras el déficit para bienes comenzó a expandirse. Este desequilibrio se ha vuelto una preocupación esencial en los círculos políticos y económicos norteamericanos. El presidente Donald Trump sostiene que es el reflejo de reglas internacionales injustas que benefician a sus socios comerciales, y China recibe la mayor atención. El incremento del excedente comercial de China con EE. UU. desde 1985 ha estado impulsado, principalmente, por la evolución de la economía del este de Asia. Como sus niveles salariales aumentaron, EE. UU. empezó a importar bienes de consumo de Japón, luego a importarlos de los cuatro “tigres asiáticos” -Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán- antes de traer la mayoría de estas importaciones de China. Pero mientras el excedente comercial de China con EE. UU. aumentó rápidamente, la contribución de la región del este de Asia al déficit comercial estadounidense disminuyó. El ratio de su déficit comercial con China y su déficit comercial total creció a más del 40 %, comparado con 0,3 %, el ratio de su déficit comercial con el este de Asia, y su déficit comercial total cayó a casi 50 %, de más del 100 % a comienzos de los 90. O sea, el este de Asia, incluida China, no es la causa principal de la rápida expansión de su déficit comercial. El tamaño del excedente comercial de China con EE. UU. se ha exagerado sistemáticamente porque los componentes que requieren mucho capital de sus productos industriales que demandan mucha mano de obra son principalmente importados de Corea del Sur y Taiwán, como resultado directo de la red de producción internacional basada en la ventaja comparativa de cada economía. Si los costos laborales de China aumentan, su excedente comercial con EE. UU. se transferirá a países y regiones con menores costos laborales y dispuestos a admitir productos industriales que requieren mucha mano de obra. EE. UU. perdió esta ventaja competitiva hace medio siglo y no es probable que vuelva a fabricar este tipo de productos. Así, los consumidores norteamericanos cargarán con los costos de los aranceles de la administración Trump a las importaciones chinas. Su demanda para necesidades diarias no cambiará simplemente porque se aumenten los costos de los productos importados; solo pagarán más por los mismos productos. La imposición de aranceles norteamericanos a las importaciones de China, motivados políticamente, iría en contra de la reciprocidad, del principio del comercio según el cual todas las partes ganan y pondría en peligro los intereses de los votantes estadounidenses. China podría tomar represalias, pero debería impedir que las disputas comerciales escalen y deriven en una guerra comercial. EE. UU. importa decenas de miles de productos chinos, China importa un rango limitado de productos de EE. UU. La imposición de aranceles más elevados tendría un mayor impacto en los productores de EE. UU. que al revés. Y ahora que este abandona el libre comercio, China puede asumir la tarea de promoverlo, mejorando su imagen como potencia importante y demostrando su compromiso con la gobernancia y el desarrollo global.