Desconfianza popular

Decía don Miguel de Unamuno (aquel que le dijo a los falangistas la frase: “venceréis pero no convenceréis”) que la masa popular tenía un comportamiento femenino. Esto es, con perdón de las damas a quienes tanto admiro, que el pueblo en su trajinar político, frente a los líderes políticos que asoman de cuando en cuando, sobre todo los populistas, de los que se enamora con no mucha fidelidad con el pasar de los tiempos, es casquivano y coqueto. Y esta afirmación del filósofo español parece demostrarse con los datos proporcionado por doña Paulina Recalde, directora de la encuestadora Perfiles de Opinión, en una entrevista concedida a Telediario.

Y es que en la última encuesta realizada en todas las regiones del Ecuador se revela que en un más del 80 por ciento la opinión popular rechaza a los partidos y movimientos políticos inscritos en el CNE, demostrando su incredulidad ante las promesas de sus dirigentes que, por lo general, mostrándose simpáticos, ofrecen “el oro y el moro” antes de cada proceso comicial, aunque ya en el poder sufren de una amnesia crónica (también llamada patológicamente con el nombre de alzheimer) ante lo prometido.

Sin embargo, siendo esta, al parecer, una opinión generalizada, su unanimidad viene a desaparecer, con desconfianza y todo, cuando convocan a las elecciones, ya que el ciudadano sufragante vuelve a caer seducido en las redes de las promesas de los candidatos de turno que para muchos se asemejan al santo de su devoción (San Vicente era el más popular en Guayaquil en mis viejas épocas, antes de que aparecieran la Narcisa de Jesús y el Cristo del Consuelo, por supuesto), listos a conceder el milagro que se les pida. Sea de los peces, de los panes o de los cargos públicos.

En la misma mañana, en Televistazo, en el programa Contacto Directo, doña Lourdes Tibán, que no abandona su oficio de agitadora política aunque ya no es legisladora, mostró total desconfianza ante el régimen actual de Lenín. Y aseguró que el diálogo por él planteado, mediante decreto nada menos, es en definitiva un “diálogo de sordos”, puesto que no surtirá ningún efecto mientras no haya una decisión firme para ejecutar lo que allí se conversa. ¿Hasta cuándo?