Delitos de cuello blanco (2)

En la columna anterior habíamos señalado que los delitos de cuello blanco no solamente afectan al Estado en su relación con contratistas, sino que también lesionan los derechos de clientes, accionistas minoritarios no vinculados a las felonías, proveedores y colaboradores. El tema reviste especial preocupación, pues un estudio de Price Waterhouse de 2018 sobre 7.228 compañías reveló que el 49 % había experimentado alguna forma de delito económico en el año anterior, contra tan solo el 30 % de compañías en otro estudio de 2009.

La evidencia de otras fuentes sobre fraudes apunta a señalar que, salvo en aquellos casos como el de Odebrecht, donde había una estructura dedicada a delinquir, las políticas de las compañías fueron las responsables: una deformada cultura organizacional, exigencias muy altas para el cumplimiento de metas cuantitativas, falta de gobierno corporativo, ascensos de puesto por cumplimiento de metas de corto plazo, ausencia de liderazgo en la cúspide de las empresas, independencia de funciones de control, entre otras.

Lo más interesante, pero también preocupante, es que en muchas corporaciones aun las normas de control interno por sí mismas no garantizan evitar actos incorrectos o detectarlos tempranamente. Por cierto, no es que me sienta bien por el mal de muchos, pero este no es un tema latinoamericano exclusivamente, también ha afectado a respetables firmas como Deutsche Bank, Goldman Sachs -que de vez en cuando asesora a nuestro gobierno en temas financieros- o Airbus. Este es un tema esencial para la vida de una economía liberal, pues con los efectos de la globalización, la consolidación de sectores económicos, la ampliación del espectro de prestación de servicios de las empresas, la sociedad no puede ser vulnerable a los delitos de cuello blanco y menos cuando sus efectos son de daño masivo.

Hoy la actividad política debe ser de las menos respetadas, y esto no puede pasar con la profesión de ser empresario, por ello es esencial prevenirlo ya. Vemos muchos dedos señalando la corrupción del sector público, pero para bailar tango se necesitan dos.