Donde esta el crecimiento
Mientras la atención ciudadana está enfocada en los actos de corrupción y en el realineamiento del poder político, poca noticia hace lo que, al final del día, cuenta verdaderamente para el bienestar de los ecuatorianos: la producción como la fuente primaria del crecimiento.
La vertebración de la economía singulariza sectores y actividades que son los mayores generadores de empleo y valor agregado.
Entre cuatro actividades: la agricultura (que incluye además la ganadería de leche, la producción de carne, y el camarón), la manufactura e industria (excluido el petróleo), la construcción, y el comercio, se genera el 50 % del PIB, esto es, del valor agregado de la economía ecuatoriana. En empleo, la proporción es aún mayor, pues se trata de actividades intensivas en el uso de mano de obra, incluyendo la de baja calificación, lo que significa que la producción originada en estos sectores sostiene la red de protección social del país, pues son los mayores aportantes al régimen previsional. Se trata, además, de los contribuyentes de impuestos que, en forma desproporcionada, sostienen el funcionamiento del Estado.
En definitiva, son los verdaderos sectores estratégicos, los que merecen la atención prioritaria, pues ponen en evidencia la vocación del país.
Pero es proverbial el hecho de que el país vive de “espaldas al campo”; que al comercio se le asestaron golpes bajos con las salvaguardas; y que la construcción se desinfló el momento que bajó el ritmo del gasto público. Junto con la industria y el concierto de otros 40 sectores, la producción nacional debió ser sometida a un régimen tributario disfuncional que al mermar el capital de trabajo afecta la producción, y a una estructura de tarifas eléctricas que no chista un momento en premiar al consumidor extranjero y castigar al nacional.
La visión torcida del desarrollo desaprovechó la mayor bonanza de la historia. El malgasto (aparte de la corrupción) en el sector de hidrocarburos hace mofa del estribillo aquel de “sembrar el petróleo”. El país puede progresar, pero urge el cambio de mentalidad para dar los incentivos requeridos a la producción, que constituye la actividad donde habita la prosperidad, y se funda el bienestar.