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Los kurdos merecen un Estado

Los kurdos merecen un Estado

Hoy casi todos coinciden en que el pueblo palestino merece un Estado, y que no debería vivir bajo dominio israelí. Idea que comparte la mayoría de los israelíes, incluido el primer ministro Benjamín Netanyahu, quien declaró (a regañadientes) estar comprometido con una solución de dos Estados. Y que cuenta con fuerte apoyo de un electorado de izquierda en muchas democracias occidentales, que organiza periódicamente manifestaciones a favor de la independencia palestina. La defensa de la soberanía palestina se basa en el principio ético de la autodeterminación nacional. Pero extraña (y vergonzosamente), Occidente calla cuando lo que está en juego es el mismo derecho para el pueblo kurdo. Las democracias occidentales no apoyaron el referendo independentista de fines de septiembre del Gobierno Regional del Kurdistán, y no protestaron por las amenazas de los gobiernos iraquí y turco de aplastar por la fuerza el intento soberanista del GRK. Las razones de la Unión Europea o de Estados Unidos para oponerse a la independencia kurda se reducen siempre a la “realpolitik”. Se nos dice que hay que preservar la integridad territorial de Irak, y que la creación del nuevo Estado desestabilizaría a Turquía e Irán, que cuentan con importantes minorías kurdas. Pero estos argumentos muestran una doble vara: el mismo principio ético de autodeterminación que se aplica con razón al caso de los palestinos está totalmente ausente del discurso internacional sobre el Kurdistán. Peor aún, hay un total olvido de las muchas generaciones de opresión brutal que sufrieron los kurdos. En el Irak de Sadán Huseín, fueron blanco de ataques genocidas con armas químicas. Y en Turquía, el ejército arrasó centenares de poblados kurdos. Según el Tratado de Sèvres (que el derrotado Imperio Otomano firmó en agosto de 1920), a los kurdos se les prometió, como a los armenios, un Estado independiente. Pero más tarde las potencias aliadas victoriosas renegaron de su promesa, y desde entonces el pueblo kurdo ha vivido bajo opresión constante. Los kurdos residentes en el norte del territorio que se convirtió en Irak, igual que los cristianos asirios, llevan décadas viendo al gobierno hegemónico árabe en Bagdad negarles el reconocimiento de su cultura y su idioma propios. Nadie aduce que la independencia de Palestina podría desestabilizar a Jordania, y ese argumento tampoco debería usarse contra los kurdos de Irak. Además, el GRK ya creó una sociedad relativamente abierta y pluralista. La autodeterminación nacional es un derecho universal que no debe negarse a poblaciones que sufren bajo regímenes opresivos no democráticos. Los mismos argumentos que se aplican con razón a los palestinos deben aplicarse por igual a los kurdos. Los activistas por los derechos humanos que hacen manifestaciones por la independencia palestina deberían defender con igual énfasis la independencia kurda. Y los derechos humanos siempre deben prevalecer sobre la “realpolitik”. En su larga y trágica historia los kurdos han sido abandonados una y otra vez por Occidente, lo cual no debe repetirse. Los peshmerga kurdos han sido los más firmes aliados de las democracias occidentales en la lucha contra Estado Islámico: dejar a los kurdos a merced de los gobiernos iraquí o turco ahora sería una burla cruel.