
El arte en el malecon solo es posible con permiso previo
El uso del espacio público entra nuevamente a debate. Un grupo de músicos fue expulsado de la Rotonda. La fundación y el Municipio reciben críticas.
El concierto de instrumentos de viento más corto de la historia tuvo fans esa mañana de sábado en el malecón Simón Bolívar. Familias enteras pararon su paso para disfrutar o grabar con sus móviles las entonaciones de los músicos; pero llegó el guardia y los enfrentó a la realidad. “No se puede hacer eso aquí”.
El activista y dirigente del colectivo Espacios Públicos Libres, Giovanni Burneo, acompañaba a los artistas. Llevó un cartón que mostraba en letras negras una suerte de argumento: “no queremos tus monedas, queremos usar nuestro lugar con arte y cultura”. Pensó que si se aclaraba que no había fines de lucro, nadie podía detener el show, pero falló.
En el malecón solo se presenta quien haya sido aprobado por la fundación que lo administra, tras un trámite que incluye el envío de un correo electrónico con todas las especificaciones del acto que se pretende realizar.
Pero Burneo es necio, o constante, más bien, y puso resistencia; pero ¡ “zas”!, otros seis guardias le cayeron encima. Uno de ellos dijo: “no, esto no es espacio público”. Y allí de nuevo, por vez mil, el activista que hacía plantones para que se liberen las puertas del Centenario y el Seminario, cuando el Municipio decidió abrir solo una, por seguridad, allá por el 2017, trajo de nuevo a la luz el debate. ¿Son públicos los espacios públicos?
Lo que ocurre en Guayaquil es preocupante, opina el gestor cultural y director del Instituto Cultural Nuestra América, Miguel Cantos. “No logramos entender que el espacio público sirve para el desarrollo social y cultural. Esto no solo ocurre en el malecón, pasa en parques y avenidas. Bajo el argumento de mantener las buenas costumbres y el orden, hemos creado espacios con derecho de admisión. No hay lógica”, agrega.
Pero el malecón tiene sus argumentos. Y el primero es aclarar que no es que está prohibido hacer arte. De hecho, actualmente, la Asociación de Teatreros Humoristas Urbanos y Afines de Guayaquil mantiene presentaciones varios días a la semana en una de las ágoras. “Además, hay artes plásticas, que realizan los pintores, retratistas y fotógrafos que se encuentran a lo largo del sitio”, defiende María Luisa Barrios, gerenta de gestión y promoción cultural de la fundación.
Sobre el uso del espacio público con la condición del permiso, la funcionaria aclara que es indispensable contar con una organización. “Para eso están normados los usos de los espacios, lo que no implica restricción de derechos”. Sin embargo, estos también se alquilan. En el malecón, por ejemplo, se da, aunque Barrios no precisa en los costos ni profundiza en el tema.
Hubo quienes con el vídeo de Burneo recordaron que en el malecón ni fotos dejan tomar, lo que fue negado por la funcionaria, que sin embargo aclaró que “en caso de requerir la realización de una sesión de fotos, que implique cerrar un área, deberá enviarse un e-mail o carta”.
El arquitecto Óscar Valero no cree que el sistema burocrático que utiliza el malecón sea sano para el desarrollo social. “En teoría es un espacio público. Mientras más trabas se coloquen menos ganas tendrá la gente de hacer actividades allí. El exceso de restricción de libertad causa una reacción opuesta”, acota el experto.
Con él coincide el gestor cultural Miguel Cantos. “Esta situación ha generado muchas complicaciones: teatreros, músicos, colectivos, representantes del arte callejero se quedan sin plataformas. Para las fiestas de julio y de octubre, el malecón abre sus escenarios, pero una vez que estas terminan, no hay mayor expresividad. “Lo preocupante es adónde queda la participación cultural del resto de la comunidad”, cuestiona.
Giovanni Burneo, el activista que llevó a artistas a ofrecer un concierto de instrumentos de viento un sábado en la mañana en el malecón, no cesará lo que considera su derecho. “Quieren que cualquier actividad pase por su filtro institucional. Para mí no tiene sentido, el arte no tiene por qué ser regulado, pautado o permitido, y yo no debo pedir permiso por hacer uso de mi espacio público”, insiste.