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Lo peor del PSC está por venir

Avatar del Roberto Aguilar

El presidente nacional de las juventudes del PSC batió un récord: logró sintetizar las peores miserias de la política nacional en un comunicado

Si el futuro del socialcristianismo depende del presidente nacional de sus juventudes, Marco Castillo Dávila, más le valdría a ese partido extinguirse de inmediato. Después de todo, uno lo escucha polemizar (mejor dicho: lo lee) y asume que está muerto. Enterrado bajo una pila de cadáveres políticos, de esos a los que el análisis facilongo de las redes sociales cataloga como “los mismos de siempre”, de los que Castillo no hace el menor esfuerzo por diferenciarse un ápice.

Esta semana, a propósito de un artículo de opinión del columnista de este Diario José Hernández, Castillo pergeñó un balbuceo de respuesta que sintetiza las peores miserias de la política nacional en once líneas: el complejo de superioridad como expediente para mandar a callar al adversario; el desprecio indisimulado por el uso público de la razón y el pensamiento; la consecuente incapacidad (que en su caso es radical, absoluta, patológica) de esbozar siquiera un intento de razonamiento, un asomo de argumentación que pudiera pasar por réplica; el canalla y ruin recurso de la amenaza soterrada; el desplante de gallito, la fatuidad y el sarcasmo como mecanismos de evasión; la creencia, en fin, de que hacer política consiste en ensayar frases brillantes, ejercicio para el cual a Castillo le hacen falta una lista larga de lecturas y una dosis no menor de inteligencia.

Escribió José Hernández, en su artículo titulado “Otra vez Nebot queda debiendo”, sobre la delicada situación en que se encuentra el PSC frente a las elecciones: un partido “contraído sobre sí mismo”, dice, abocado a salvar los muebles en su propio territorio aunque para ello deba agarrarse de una alcaldesa investigada por manejos opacos de dinero público y, con ella, entregarse a una campaña de un populismo tan ramplón que desafía hasta sus propios cánones. Pero, sobre todo, un partido forzado a evaluar los resultados de su alianza con las fuerzas políticas antidemocráticas que responden a Rafael Correa y Leonidas Iza; de la mano de uno y otro, Nebot ha dejado de ser un referente de la centroderecha y ha vuelto a colocarse por debajo de los retos que el país impone a sus líderes políticos. Hasta aquí el artículo de José Hernández.

¿Qué responde Marco Castillo Dávila, el presidente de las juventudes del partido y, como tal, se supone que su sangre fresca, su visión renovada de la política y del mundo? Pues responde que Hernández tiene “una fijación emocional” con Nebot, frase ambigua que deja la probable alusión sexual a discreción de los lectores y que corresponde a un viejo y bien conocido estilo de retórica machirula cultivado con devoción por Rafael Correa. Luego dice que Hernández “debe ir al psiquiatra”: absuelve así los argumentos de un artículo cuajado de ellos atribuyéndoselos a la locura y, por tanto, absteniéndose de replicarlos. No es que su alianza con el correísmo coloque al PSC en una posición reñida con la democracia; o que el procedimiento de regalar tanques de gas a cambio de votos y convertir a su oscura candidata en una marca de cerveza, haciendo de ella una suerte de Elsa Bucaram del siglo XXI, tenga algo de reprochable. No, nada de eso. Es que Hernández está loco, pura y simplemente. ¿No quiere ir al psiquiatra? Ya “se verá obligado a hacerlo”, dice Castillo. Y a esas alturas de su comunicado uno se imagina lo peor. Con la descripción de la terapia que le aplicarán (abrirle la boca para que se trague sus palabras necias) concluye la respuesta del hombre a quien el Partido Social Cristiano viene preparando para que asuma los más altos destinos de la política nacional. Así de patético. Como se ve, todo lo que dice José Hernández en su artículo es cierto y aun se quedó corto: lo peor del PSC es lo que piensa legarnos para mañana.