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¿Cumbre patética?

Avatar del Joaquín Hernández

El problema de ambas iniciativas es que carecen de credibilidad: no se puede ser mediador cuando se está a favor de una de las partes

Confieso que me gusta el calificativo “patético” dado por Jaime Bayly a la reciente Cumbre de Presidentes Sudamericanos celebrada el 29 de mayo en Brasilia. En el diccionario de la Real Academia este adjetivo tiene dos acepciones: que conmueve profundamente o causa dolor y tristeza, lo que lleva por la emoción a la comprensión de la condición humana, digna de privilegiados como Sófocles o Shakespeare; o una segunda, que es penoso, lamentable, ridículo. Creo entender la acepción de Bayly.

En su último mandato, el presidente Lula ha optado por posicionarse como líder internacional en mediación en conflictos. ¿Qué mejor en un mundo tan conflictivo como el que vivimos y que más acorde con el peso de Brasil? Primero, su intento de mediación en la guerra Rusia-Ucrania. Segundo, la celebración de la reciente Cumbre en la construcción de una nueva agenda sudamericana de unidad. El problema de ambas iniciativas es que carecen de credibilidad: no se puede ser mediador cuando se está, ostensiblemente, a favor de una de las partes.

En su primera fallida mediación internacional, Lula se reúne y no ahorra gestos favorables con la Rusia de Putin. Se niega en cambio a entrevistarse con Zelenski, a quien ignora. En la segunda, en el club de presidentes, blanquea como a niño de primera comunión, inocente y sin culpa, al dictador Maduro, señalando que sus cuestionamientos son producto de prejuicios y de una falsa narrativa. Una bofetada a los presidentes de los países que están experimentando el éxodo de venezolanos con el desbordamiento de sus sistemas de salud y seguridad. Y el dolor de los más de siete millones de venezolanos, la inmensa mayoría gente de bien, obligados a sobrevivir. A ello aludió el presidente Boric cuando le habló de la mirada de dolor de los inmigrantes.

‘Last, but not least’. Para la elaboración de la “nueva” agenda sudamericana, Lula propuso el resurgimiento de Unasur. Ni siquiera fue mencionada en la declaración final de los presidentes por la mala fama de que goza. En cambio, Lula no dijo una palabra sobre un tema acuciante: el capricho del presidente López Obrador de no reconocer al gobierno peruano y trabar la Alianza del Pacífico. Caperucita descubrió al lobo pero tarde. Sus colegas están avisados con tiempo.