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El otoño del consejo

Avatar del Fernando Insua Romero

Sea cual fuere los resultados, lo único que le queda a este organismo será legitimarse ante la ciudadanía

Montesquieu enciende su máquina del tiempo viajando al Ecuador del siglo XXI y no alcanza a comprender lo que es el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Le dicen que es el quinto poder del Estado adosado a los tres que sus teorías políticas sostienen deben existir y uno más para evitar que el poder caiga sobre un solo ser. Acto seguido, su mente explota en preguntas sin respuestas intentando entender lo incomprensible: ¿Poder del Estado en donde los ciudadanos no participan plenamente? Y es más bien un pequeño parlamento de ciudadanos bien intencionados mezclados con políticos que dicen no ser políticos para ser electos a un cargo público y recibir sueldo del Gobierno Central como si de un pequeño y selecto senado se tratase.

El Consejo de Participación Ciudadana ha tenido a sus héroes y villanos, así que la raíz del problema está en su origen porque es algo que nunca debió existir. No tiene ningún sentido burocratizar a la ciudadanía, se lo dijo desde el 2008 en donde su existencia quedó consagrada en la Constitución. Han pasado los años y ahora aquel organismo, con sus consejeros destituidos, se encuentra esperando lo que decida el pueblo vía consulta popular, sobre si debe o no elegir a las autoridades de los organismos de control (al parecer la perla más preciada por algunos de sus miembros extasiados de poder) o si sus consejeros son electos por la Asamblea Nacional o no, giro de timón que carecería de aun más sentido, ya que en el Referéndum efectuado el 4 de febrero de 2018 se votó a favor de que los que conforman el consejo sean electos vía sufragio universal.

Sea cual fuere los resultados, lo único que le queda a este organismo será legitimarse ante la ciudadanía que juró representar y recordar su objetivo que es promover el ejercicio de los derechos de participación y control social de lo público, la lucha contra la corrupción y la promoción de la transparencia, tal vez sin la oca de los huevos de oro que resulta la elección de autoridades, este organismo encuentre el sentido y la vocación lejos del resplandor del oro que los ha enceguecido durante años.