Premium

Hablemos de otras muertes

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

No esperemos a encontrar estos problemas cuando ya se tomen al país, tal vez antes de que siquiera nos desarrollemos de verdad.

El narco está de moda. Basta escuchar a los candidatos en campaña y a la cacofonía de voces mediáticas y son ellos, y la inseguridad que han causado, lo que acapara la atención del país. Esa preocupación, compartida por todos, es apropiada. La violencia generada por el narcotráfico conlleva no solo sangre y muerte, sino también una mayor erosión de nuestras instituciones y un nuevo pesimismo sobre nuestras oportunidades de desarrollo.

Sin embargo, no debemos contemplar este problema, que despierta nuestro morbo, que es aprovechado por los politiqueros, y olvidar las otras enfermedades que debilitan al país. El Ecuador marcha hacia el despeñadero desde hace tiempo, no solamente por los problemas propios de esta región “ingobernable”, sino por la marcha del mundo entero, incluso de los países desarrollados, a la crisis social.

La soledad, un problema que recién conocimos en la Pandemia, que parece tan ajena a nuestra cultura, es un monstruo de muchas cabezas. No solo la salud mental se ve afectada por la atomización de nuestra sociedad, desperdigada entre suburbios ricos y pobres, con menos espacios de encuentro, con familias pequeñas, disfuncionales y ocupadas, con barrios desparecidos. La soledad también es un problema político. Ya lo hemos visto en el Primer Mundo, donde los extremistas como los de QAnon y los terroristas fundamentalistas han caído presas del radicalismo después de crecer en alienación.

Esa soledad va de la mano con el envejecimiento de la sociedad y la muerte de las comunidades. Los campos son vaciados por la migración, dejando atrás comunidades con menos jóvenes en edad de trabajar e innovar, abandonando a los pocos que quedan al acecho de fuerzas antisociales. Las familias también envejecen, enfrentadas a condiciones económicas difíciles y nuevos paradigmas culturales, decidiendo tener menos hijos. Ya en otros países, desde Europa hasta Japón, incluso en China, la crisis demográfica ha reemplazado los miedos sobre la sobrepoblación y puesto a la seguridad social en alerta.

No esperemos a encontrar estos problemas cuando ya se tomen al país, tal vez antes de que siquiera nos desarrollemos de verdad.