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La prensa no es el enemigo

Avatar del Catrina Tala

La realidad es que los hombres y mujeres que han sido atacados cumplían su trabajo: iban a tomar una foto o a registrar una historia para contarla.

Mucho se ha hablado del papel de los medios de comunicación en el último paro. Unos han sido acusados de llevar noticias sesgadas, otros han llegado a justificar los ataques a periodistas con argumentos que parecen obedecer a una agenda política. La realidad es que los hombres y mujeres que han sido atacados cumplían su trabajo: iban a tomar una foto o a registrar una historia para contarla.

Sin duda, gente valiente que cubre las noticias en la calle y no se conforma con redactar un tuit lleno de odio desde la comodidad de su casa. La mayoría de los críticos tienden a ser defensores de los derechos humanos. Abogados y abogadas que -amparados en sus conocimientos legales- señalan a los medios y los responsabilizan de la lectura que han tenido de los últimos 18 días de paro nacional.

No me parece casualidad que haya vuelto el discurso de la “prensa corrupta” a las redes sociales y, lo que es peor, a las calles. Pareciera que sacaron del cajón el libreto que solía repetir aquel expresidente, el que se retiró diciendo que su única oposición había sido la prensa.

Por un lado, me parece sensato que los defensores de derechos humanos denuncien abusos de la Policía contra los manifestantes. Sin embargo, no encuentro lógica a su silencio cuando asesinan a un militar, atacan a policías, extorsionan a trabajadores o cierran las vías que permiten que los enfermos obtengan oxígeno.

Esta protesta, que pudo ser legítima y justificada, se convirtió en oportunismo para tratar de tumbar a un presidente en un momento caótico, mientras el país está en coma. Y no es que crea que el gobierno de Lasso haya sido bueno hasta ahora, pero es un gobierno electo en democracia, que debe terminar su mandato por el bien de todos. El país aún está lejos de resolver sus conflictos. Después de este paro, tocará analizar profundamente las grietas que nos ha dejado. No solo las desigualdades, sino también la violencia, el racismo, la inacción, el quemeimportismo. El país está a la espera de una rectificación nacional para avanzar.