Guayaquil

A la residencia estudiantil por elección

La tendencia por vivir en un pensionado está en auge. La convivencia facilita la decisión

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Reglas. Los jóvenes deben acatar normas para poder tener una buena convivencia, entre ellas no beber licor.Jorge Pérez / Expreso

Aunque cursar la universidad puede representar un desafío para los jóvenes, estudiar en otra ciudad es un reto todavía más complicado en el que muchos se aventuran. Los hogares estudiantiles o pensionados facilitan su adaptación a la nueva ciudad y son cada vez más frecuentes en el Puerto Principal.

Según un análisis del portal inmobiliario Properati, las personas entre 18 y 24 años muestran un mayor interés por residir en el norte y centro de Guayaquil. Además de la cercanía a las universidades, otros aspectos de búsqueda son la seguridad del barrio, las líneas de buses que circulan por la zona y la proximidad a las plazas comerciales.

Para el mercadólogo y agente inmobiliario Walter Robalino, este crecimiento es digno de admirar, pues la oferta inmobiliaria se ha expandido en muchos rincones guayaquileños desde 2016. En el pasado, el ‘cliente joven’ buscaba arrendar en calles como la Boyacá, la Francisco de Orellana y sectores como La Garzota, Sauces, Kennedy y Alborada. Y aunque estos puntos siguen siendo los favoritos en la lista, asegura que Los Ceibos y el centro han ganado un gran interés, al igual que la zona de La Aurora, Daule.

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De hecho, en este sector, no solo los jóvenes alquilan, sino también docentes que laboran en las universidades cercanas, como la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) y la Ecotec.

Lo cierto es que cualquier hogar puede convertirse en un pensionado. No se necesitan razones. Así lo demuestra Daniel Calahorrano, quien desde hace 26 años administra residencias estudiantiles con su familia.

Urdesa es una buena zona y la competencia es sana porque vienen tantos estudiantes y todos los pensionados ganan. De hecho tenemos un gremio pequeño y todos nos ayudamos

Daniel Calahorrano, dueño de Big Poppa’s House

Aunque Calahorrano proviene de El Oro, su familia se mudó a Guayaquil una vez que su hermana se graduó del colegio e iniciaría la universidad en el Puerto Principal y, como sus amigas tenían contemplada la misma posibilidad, la madre les ofreció un hospedaje en esta nueva propiedad. Meses después de llegar, la familia Calahorrano ya tenía dos casas con capacidad para 35 alumnos cada una.

Si bien inició en Kennedy Norte, Daniel Calahorrano administra Big Poppa’s House, en Urdesa Central, donde acoge a 28 estudiantes de distintas universidades. Desde 2016 el pensionado no solo acoge a clientes de otras provincias, sino también a extranjeros, ya que tienen un convenio con la Universidad del Pacífico.

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Las normas del pensionado son simples: “no se bebe alcohol, no se permite el ingreso a intrusos y todo rige bajo responsabilidad de los padres”. Aunque Calahorrano asegura que nunca se han roto estas reglas, entre risas cuenta que hay que ser flexibles. “A veces los llevo al cine para así ganarme su corazón”, confiesa.

En el día a día, él no es el único que se integra: “los chicos se ayudan entre ellos, especialmente si no entienden tareas, tienen que armar maquetas o practicar para sus presentaciones”. Para él, el secreto es controlar adecuadamente las salidas, la comida y el bienestar de todos. Para esto ha implementado cámaras, alarmas y áreas verdes en el patio.

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Realidad. Muchos jóvenes prefieren zonas como Urdesa o la Kennedy.Jorge Pérez / Expreso

Hay quienes estudian más horas, los que no pasan tanto en casa por sus responsabilidades y aquellos que aprovechan para hacer nuevos amigos. Las alternativas de ocio son amplias: “hay juegos de mesas, consolas y más, pero las parrilladas de los fines de semana son cuando todos nos alejamos de las responsabilidades para convivir”, comentó Pilar Guzmán, una de las admitidas.

Asegura que en comparación a las suites y otras ofertas inmobiliarias los pensionados son una mejor opción porque allí “solo se paga un valor que incluye todo lo que las demás no dan: alimentación, limpieza, internet, ocio”.

“Lo mejor es que ellos se encargan de la comida, limpieza del hogar, ropa y más responsabilidades de las que, como estudiantes, son difíciles de cumplir”, explicó.

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Aunque Big Poppa’s House tiene 68 alumnos graduados, hay quienes se han cambiado de carrera o quienes, a pesar de haberse graduado, siguen viviendo en el lugar. Bryan Holguín, otro de los acogidos, planea quedarse en la propiedad tras graduarse. Él, que llegó de Esmeraldas hace 4 años, argumenta que “en Guayaquil hay más oportunidades laborales y el precio de esta residencia es accesible y me conviene”.

Julián Redrován tiene 19 años, es de Salinas y vive en una residencia de este tipo desde hace dos años en la Kennedy. Asegura que no pudo haber elegido un lugar mejor. Y no lo dice solo por la cercanía que tiene con la Universidad Católica, donde estudia, o la Universidad Guayaquil, donde está su novia, sino por la proximidad que tiene a los malls. “Me rodean tres malls, tengo un parque, cines para elegir y uso bus o mi bicicleta. Inicialmente viví solo, pero fue un desastre. Luego pasé a un pensionado solo de hombres, es una locura. Divertidísimo”, dice entre carcajadas.

Me negaba a salir de mi provincia, pero tenía que arriesgarme para llegar a cumplir mis sueños. Desde entonces, la experiencia ha sido agradable y estimulante. Estoy feliz

Pilar Guzmán, estudiante de cine, vive en un pensionado

Una opinión similar sobre estos espacios tiene Laura Mejía, quien vive en Los Ceibos. Ella es de Manta y asegura que la separación con su familia era una de las razones por las que pensaba en si era necesario estudiar en el Puerto Principal. “Una amiga que también vino a Guayaquil, pero tenía casa, me comentó que su mejor amiga iría a un pensionado. Decidí estar con alguien conocido, manaba como yo. Y fue increíble. Ahora somos 4 manabitas. Es como estar en casa. La sal prieta nunca falta”, relató.

Aunque no hay cifra del número de pensionados que existen en la ciudad es evidente que están bien establecidos, reconocen los padres. Patricia Campuzano envió a su hija a una residencial de este tipo este año. Revela que no pensó que habría tantos lugares. “Solo en el norte hallé como nueve, había opciones diversas. Me decidí por uno en Urdesa porque mi cuñada vive ahí y, por la cercanía, era mejor ante cualquier emergencia. Mi hija quería el centro, por el Malecón y la calle Panamá. Por un instante lo dudé. Todos los sitios eran casas acondicionadas a pensionados. ¿Cómo llegué a ellos? Por recomendaciones de amigos. Esta opción de estar en un ambiente más familiar hoy más que nunca me parece necesario. Lo recomendaré siempre”, indicó.