Quito

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Escenario. Pese a los controles que hace la policía, los moradores dicen que no es posible mermar los robos.Henry Lapo

Comerciantes y habitantes de Calderón, en zozobra por robos

El ataque a iglesia aumentó el miedo.  Negocios deben cerrar más temprano de lo habitual. La instalación de cámaras de videovigilancia es común.

“Debemos estar más pendientes que nunca”. Así reacciona doña María Cotacachi, una comerciante de ropa en el centro de Calderón, al consultarle sobre la situación de la delincuencia en esta parroquia rural del Distrito Metropolitano de Quito. Ella cuenta que el sector se ha caracterizado por ser muy tranquilo en ese aspecto, pero ahora a diario escuchan sobre arranchones o robos con arma blanca, sobre todo en horas de la tarde. “Aquí entre los comerciantes nos unimos y estamos pendientes no solo de nuestros negocios, sino de los vecinos que vienen a hacernos el gasto. La delincuencia aquí está como en todos lados”, opina la mujer.

Hemos instalado un sistema de videovigilancia, que no impedirá que seamos asaltados, pero sí nos permitirá reconocer a los ladrones en caso de que nos veamos afectados.

David Alejandro, administrador de local comercial

La noche del pasado 27 de julio sucedió un hecho inédito. Ladrones ingresaron a la iglesia central de la parroquia y se llevaron 4.500 dólares de las limosnas. “Ese dinero lo iba a depositar para pagar los sueldos de las personas que nos ayudan en la parroquia. Son cinco”, cuenta a este Diario el padre Marlon Palacios, el párroco de Calderón.

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David Alejandro administra un local de aparatos tecnológicos aledaño a la iglesia, pero lo tiene con las rejas cerradas, de manera que quienes llegan deben hacer sus consultas desde afuera. Esa ha sido una decisión por temas de seguridad. “Abrimos las rejas al mediodía en las últimas semanas, pero con mucha precaución. Por la zona, sobre todo cuando hay clases, se ve a jóvenes que no son estudiantes un poco raros y eso nos genera una alerta. Igualmente hemos instalado un sistema de videovigilancia, que no impedirá que seamos asaltados, pero sí nos permitirá reconocer a los ladrones en caso de que nos veamos afectados”, explica.

El vaivén en la calle Carapungo durante las mañanas es muy movido. Comerciantes, proveedores, clientes, informales, etc., hacen que aquí la zozobra por la delincuencia repose, al menos, hasta horas de la mañana. Una pareja de esposos que tiene una tienda un poco alejada del parque central conversó con EXPRESO y reveló que hace menos de 24 horas, un familiar de ellos fue víctima de un asalto violento con arma blanca.

“El manejaba un taxi e iba con un pasajero. Sujetos en una moto los acorralaron y con golpes comenzaron a robarles el dinero y sus teléfonos celulares. Eran como las siete de la noche”, narra Onorio Rosero. Su esposa añade que la situación a partir de las 19:00 en el sector es peligrosa, porque ya nadie puede caminar tranquilo. “Aquí antes cerrábamos a las 21:00, pero ahora a partir de las 19:00 empezamos a cerrar. Pasan muchas motos y en su mayoría son esas las que cometen los robos. Son extranjeros, los reconocemos por el acento”, dice Yolanda Tobar.

(El afectado) Manejaba un taxi e iba con un pasajero. Sujetos en moto los acorralaron y con golpes comenzaron a robarles el dinero y sus celulares. Eran como las 19:00.

Onorio Rosero, habitante

Tanto los comerciantes como los habitantes de la zona han colocado cámaras de seguridad en sus locales y viviendas. Reclaman que la policía demora en llegar y que los vándalos conocen los horarios de los patrullajes para evadirlos, cuenta Mariana Verdesoto, propietaria de un salón de belleza.

“Si usted se descuida y saca su celular a partir de las seis de la tarde, es un peligro. Pareciera que tienen un radar los ladrones y aparecen de un momento a otro. Hace pocos días le robaron a una señorita que esperaba un taxi que había pedido y tenía el teléfono en su mano para ver por dónde venía su unidad. Dos tipos en moto la interceptaron y la asaltaron. Ella corrió para alcanzarlos, pero fue imposible”, indica.

La inseguridad en el sector se habría incrementado tras la destrucción la noche del 28 de junio de la Unidad de Policía Comunitaria (UPC), mientras en la Asamblea se votaba por la destitución del presidente Guillermo Lasso.