Quito

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Tradiciones. En las calles del barrio San Blas se pintaron frases típicas y juegos tradicionales para recuperar el espacio público de la capital.Gustavo Guamán

El centro se une por los más chicos

Jóvenes, padres de familia y niños juntaron esfuerzos para revitalizar el barrio San Blas. La inseguridad es un obstáculo

Es más que un cliché. Para los moradores del barrio San Blas, en el Centro Histórico de Quito, la expresión ‘la unión hace la fuerza’ se convierte en su impulso y motor para ayudarse mutuamente. Es una frase que cobró mayor significado en medio de una emergencia sanitaria y ante una desatención permanente de las autoridades nacionales y locales.

La pandemia dejó en el desempleo y la desocupación a una porción importante de los moradores del tradicional barrio capitalino. De la noche a la mañana, los vecinos perdieron su trabajo y los niños dejaron de asistir a la escuela. A la par, y de forma cada vez más evidente, la delincuencia comenzó a ocupar las calles y a atemorizar a toda la comunidad. El peor escenario posible.

Pero precisamente ese escenario motivó la unidad y creó una propuesta que ahora se replica en otros sectores de la ciudad. Jóvenes y dirigentes barriales conformaron la iniciativa Minka, una alternativa de apoyo que migró de la atención puntual por la pandemia a un modelo de ayuda y rescate educativo.

Juan Carlos Rojas es el presidente del barrio San Blas-La Tola. Él fundó la agrupación de ayuda con cuatro amigos. Empezaron donando alimentos a los vecinos, pero la demanda y buena aceptación aumentaron las tareas voluntarias. 

A la fecha, cuenta, se han entregado más de 893 kits de alimentos en distintos puntos de la capital.

Casi un año después de la fundación del grupo (que nació en marzo del año pasado), hay 76 voluntarios que cumplen múltiples funciones. Una de las asignaciones más populares, y en la que participan vecinos de todas las edades, es el rescate cultural por medio de la pintura y el arte.

En las principales calles del barrio, puntos que en otras épocas eran atractivos turísticos de Quito, se pintaron murales y los adoquines con mensajes positivos o frases típicas de distintas partes del Ecuador. El objetivo, cuentan los impulsores del espacio creativo, es que no se pierdan las tradiciones nacionales.

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En la intersección de las calles José Antepara y Vicente León se pueden leer expresiones populares manabitas como ‘al empate Calceta’ o modismos quiteños y palabras en quechua como ‘longo alzado’, ‘achachay qué frío’, ‘estoy chirisiqui’, ‘carishina’ o ‘vivo, vivo, alzando el pelito’.

En los alrededores de la Plaza Belmonte también hay juegos tradicionales pintados para los niños.

Pintar las calles, explica Rojas, es solo una de las tareas artísticas. Los niños que no pueden ir a clases reciben talleres virtuales de arte, cultura y hasta fútbol. La modalidad también es presencial -respetando las medidas de bioseguridad y distanciamiento- para quienes no cuentan con Internet o con una computadora.

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Ese segmento de la población también recibió ayudas adicionales. Minka tiene un proyecto alterno llamado ‘La pizarra llega a tu barrio’ para que los menores sin recursos no dejen de estudiar. Voluntarios expertos en diversas materias dan charlas, cursos y nivelaciones. Los horarios se ajustan a los niños que actualmente, en la mayoría de casos, están ayudando a sus padres a vender en las calles.

Javier Zambrano, morador de San Blas desde hace 20 años, ve con buenos ojos la iniciativa ciudadana y destaca que desde que existen los talleres hay un mayor acercamiento entre los vecinos. Los cursos no sirven solo para los chicos sino para que todos formemos una verdadera comunidad, resalta.

Con él coincide Mauro Izurieta. El morador cree que estas propuestas motivan a que los ciudadanos retomen y se apropien del espacio público. Para él, esa es una verdadera forma de combatir la inseguridad.

Los consultados destacan, sin embargo, que no han recibido apoyo de las autoridades pese a que su trabajo con la comunidad es productivo. Ni el gobierno central, ni el Municipio de Quito han planteado colaboraciones.

Los que sí colaboran, dice Rojas, son los propios vecinos. En total, entre voluntarios y beneficiados por el proyecto, hay 280 personas involucradas. Todos dan lo que tienen o saben y reciben de otros.

Incluso hay emprendimientos ciudadanos que hacen donaciones para mantener activo el programa. Ningún servicio, taller, curso o nivelación académica tiene costo. Todo funciona por las donaciones y la autogestión de los integrantes y vecinos.

Apoyo

La iniciativa Minka no cuenta con el respaldo ni apoyo de las autoridades nacionales o cantonales. El Ministerio de Educación tuvo un acercamiento poco fructífero.

La cifra

280 personas forman parte de la iniciativa para rescatar la cultura y tradiciones de la capital, en el centro.

En la ciudadela Tarqui, sur de la urbe, los vecinos también se han organizado para contrarrestar la crisis. Ayer, varias familias recibieron los certificados de manejo de huertos, iniciativa que ha servido para la alimentación de quienes han perdido sus trabajos durante la pandemia. “Esto ha ayudado a personas vulnerables”, explica Ana García, dirigente del sector.

Una farmacia ciudadana es otra iniciativa

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Tradiciones. Pintar es una forma de rescatar al Quito tradicional, dicen.Gustavo Guamán

Cada semana se cosechan productos como lechugas, coliflores, habas. Quienes trabajan los huertos son los principales beneficiarios de los huertos comunales. “También se siembra en cada casa y lo que se hace es intercambiar los productos entre las familias”, sostiene García.

El barrio está ubicado en el pie del cerro Ungüi, espacio verde que se ha activado para realizar caminatas al aire libre como parte de la prevención de salud. Los vecinos también han implementado una farmacia natural en la que se expenden plantas como eucalipto, llantén, hierba mora, entre otras.