El día después de la OTAN

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El cambio nacionalista de Trump ha obligado repentinamente a Europa a confrontar su propia soberanía...

A pesar de que se la dio por perdida muchas veces, la OTAN sobrevive. Pero otro zorro entró al gallinero... El presidente francés, Emmanuel Macron, quien indicó que la OTAN está experimentando una especie de «muerte cerebral». El profundo cambio en las prioridades estratégicas de EE. UU. con la presidencia de Donald Trump exige a los europeos que reconsideren suposiciones que desde hace mucho tiempo mantienen sobre su defensa colectiva. No es esta la primera vez que la OTAN parece estar en las últimas. 

Muchos llegaron a la misma conclusión antes de 2014, cuando la alianza tenía pocas cosas en las que centrarse más allá de la misión en Afganistán. Cuando Rusia anexó Crimea y llevó la guerra a Ucrania oriental, insufló nueva vida a la OTAN, pero Trump la declaró «obsoleta».

La consecuencia es que Europa debe defenderse a sí misma por primera vez desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Pero luego de tantos años de dependencia estratégica de EE. UU., no está preparada material ni psicológicamente para las duras realidades geopolíticas actuales. En ningún otro sitio es esto más claro que en Alemania. 

El futuro de la OTAN es ahora más incierto nunca. Su supervivencia ya no se puede dar por sentada y los europeos no pueden esperar 20 años para descubrir qué la sucederá. Entre el giro nacionalista estadounidense, la creciente reafirmación China y la revolución digital en curso, Europa no tiene más opción que convertirse en una potencia por derecho propio. Macron dio exactamente en el clavo. Pero los europeos no deben albergar ilusiones sobre lo que será necesario para alcanzar la autonomía en la defensa. 

Para la UE, que siempre se vio a sí misma como potencia económica más que militar, implica una profunda ruptura con el ‘statu quo’. La OTAN todavía existe y todavía hay tropas estadounidenses desplegadas en Europa. Pero la palabra clave es «todavía». Ahora que las instituciones tradicionales y los compromisos con la seguridad transatlántica están en duda, el desmembramiento de la alianza ha pasado a ser menos una posibilidad que una cuestión de tiempo. Si Europa desea evitar, o al menos demorar ese resultado, debe invertir sustancialmente en sus fuerzas militares y ampliar sus propias capacidades a escala masiva; actuar como si la ruptura ya hubiera ocurrido. Durante gran parte de su historia moderna, Europa ha tenido que lidiar con dos desafíos: un centro turbulento (Alemania) y un flanco oriental desprotegido (Rusia y, ahora, China), que siempre ha estado abierto en término geopolíticos. Desde su fundación, la OTAN fue una solución para ambos problemas. Más al este dentro de la OTAN y la UE, hay preocupaciones cada vez mayores por la seguridad entre sus Estados miembros, dada su proximidad geográfica a Rusia y la larga historia que tienen de esos países de sufrir el imperialismo ruso. Para esos países -como Polonia y los estados bálticos- la integración estadounidense en la defensa europea a través de la OTAN es indispensable. 

El cambio nacionalista de Trump ha obligado repentinamente a Europa a confrontar su propia soberanía, que implica convertirse en potencia tecnológica independiente con capacidad para actuar con decisión como un frente unido. Para proteger a la OTAN, la UE debe actuar como si la alianza ya hubiera desaparecido.