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Rompa el círculo

Avatar del Rubén Montoya

Y como mástil que los ondea a la verdad. Horizontal y honesta. No circular y viciosa.

El poder cambia la percepción de la realidad. Todo lo ve distinto, todo lo justifica. Quien lo disfruta respira otro aire y enseguida se envanece: vive en la nube. Se vuelve brillante, guapo, infalible. El poder es sexy. Y si sus colaboradores íntimos tienen alma de cortesanos, pasa lo inevitable: encierran a los líderes en un círculo que les impide respirar el aire común. Los cercan, los blindan, los ‘protegen’. Todo pasa por ellos y pronto los que gobiernan en el día a día no son los líderes, sino sus escuderos: los dueños de las llaves para entrar a los entresijos del poder o para tener un lugar en la agenda son ellos.

Su táctica es el adulo, pues la vanidad es el Talón de Aquiles de un humano. Ya lo dijo el Diablo, tan sabio él: “vanidad, vanidad, mi pecado favorito”. Si esa arma la utilizan tipos sinuosos y lambones, el presidente estará en sus manos. Eso no justificaría al mandatario, para nada. A fin de cuentas, nadie nos pone una pistola cuando escogemos a quién nos acompaña: es nuestro reflejo, nuestro yo profundo, lo que de verdad queremos. Somos lo que elegimos, sea por conveniencia, convicción, o cobardía.

Una gran estructura como la Presidencia de la República requiere escalas y filtros. Y es recomendable rodearse de gente de confianza. Pero a cuenta de que el presidente no puede ver, controlar ni despachar todo, no debe permitirse un círculo que decida qué y cuándo. Y, sobre todo, quién. O cuánto.

Si algo, entonces, debiera sugerirle al presidente electo es que rompa su círculo de un tajo. Y que prohíba familiares en su entorno: su familia ahora no es Lasso ni Mendoza. Su familia es Ecuador.

Un presidente hace pedagogía desde el poder, señala el camino, enseña con el ejemplo. Su palabra vale oro: sus acciones oro y plata.

Ojalá Guillermo Lasso diseñe una estructura en la que no haya un círculo perverso que lo controle, sino ejecutores capaces que tengan a la transparencia como su mantra cotidiano. Porque del túnel en el estamos no saldremos si no se usa el esfuerzo y el talento como bandera. Y como mástil que los ondea a la verdad. Horizontal y honesta. No circular y viciosa.