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Maravillosos fuegos artificiales

El asteroide, al menos, nos aniquilaría sin mayor sufrimiento

En 1980, el Nobel Luis Walter Álvarez y su hijo publicaron una teoría que sostenía que una capa rica en iridio hallada en la tierra era la consecuencia del impacto de un asteroide hace alrededor de 66 millones de años.

Algún dinosaurio habrá levantado la mirada al cielo entonces, sin comprender lo que significaba aquella bola de fuego, y luego habría muerto. Millones de años más tarde, Hollywood nos lleva de nuevo al asunto. Lo vimos en ‘Armageddon’ (que -más allá de ser un filme al que le tengo especial cariño- ostenta aparentemente el récord de acumular el máximo número de errores científicos) y también en Impacto Profundo.

Existen amenazas capaces de destruir en un instante la vida en la tierra (toda o casi toda). Esos eventos están catalogados como “de gran impacto pero baja probabilidad”. Una guerra nuclear, el impacto de un asteroide, una erupción de un volcán o una masiva eyección de masa coronal del sol. Y hay quienes dicen que -hoy- deben sumarse a esa lista, catástrofes producidas por inteligencia artificial (por accidente o a propósito), el desarrollo de armas biológicas muy avanzadas, y las pandemias.

Pero como no ha habido una guerra nuclear a gran escala, y como la última gran erupción volcánica fue la de Tambora (1815) y la más reciente tormenta geomagnética (evento Carrignton) fue 20 años antes de que se inventara el foco; no tenemos memoria suficiente como para que la amenaza nos quite el sueño (esperando que Skynet siga siendo ficción no más).

Nosotros, en nuestro día a día (casi intemporal si se imbuye de la inmensidad del tiempo) vivimos sin preocuparnos de catástrofes similares, pero la verdad es que no es un tema de si “va a llegar a pasar”, es un tema de “cuándo sucederá”. Algún día impactará contra la Tierra un asteroide de tamaño suficiente como para provocar una catástrofe planetaria. No lo vemos en los ciclos de vida de nuestras generaciones, así que no nos importa tanto, pero la Sexta Extinción, aquella que supuestamente pudiésemos estar causando ahora mismo poco a poco (holocena o antropocéntrica) pudiese verse apurada por el impacto de un cuerpo celeste. Eso es una certeza inevitable. Frente a aquella realidad, DART (‘Double Asteroid Redirection Test’), es la misión de la NASA para probar las posibilidades de cambiar la trayectoria de un asteroide que pudiera estrellarse en la Tierra: es el primer intento de defensa planetaria (más allá de lo que pudieran haber hecho Bruce Willis, Steve Buscemi, Téa Leoni y Morgan Freeman).

DART es una nave de cerca de 600 kg que luego de viajar 10 meses encaminada a dos asteroides (Didymos y Dimorphos), se estrellará contra Dimorphos a una velocidad de 24 mil kilómetros por hora, esperando cambiar su trayectoria.

El impacto de DART se producirá en octubre del próximo año, porque el asteroide estará cerca de la Tierra (11 millones de km). DART transporta un satélite que se encargará de fotografiar el impacto. Se separará de la estructura días antes del choque y será lo único que sobreviva, ya que la nave de media tonelada se fundirá con el asteroide, en un espectacular despliegue de raros y maravillosos fuegos artificiales.

Tenemos tiempo para preparar canguil... digo, si seguimos aquí. Los políticos (ya lo vamos viendo de nuevo) digan lo que digan, pueden ser más peligrosos. El asteroide, al menos, nos aniquilaría sin mayor sufrimiento.