Columnas

Explotación infantil

En resumen, el ingreso es líquido para el bolsillo del explotador infantil

La explotación infantil no se refiere únicamente al trabajo forzoso de niños en plantaciones o al trabajo doméstico; incluye también la explotación sexual, el reclutamiento de niños para la conformación de ejércitos de grupos paramilitares -guerrillas, pasando también por estruches, robos y tráfico de estupefacientes; sin dejar de lado, la mendicidad, mediante la cual, padres con niños en brazos piden caridad, o extraños con niños alquilados se dedican al lucrativo negocio de la mendicidad a través de la explotación del sentimiento de lástima que genera un niño indefenso en brazos de un adulto, desde primeras horas de la mañana hasta altas horas de la noche.

En todo el mundo, 85 millones de niños y niñas son víctimas de alguna forma de explotación infantil.

Si bien es verdad que la demanda de mano de obra es escasa por lo costosa que resulta, no es menos cierto que los “ingresos” que la mendicidad genera, en muchas ocasiones superan la remuneración básica unificada. Ahora bien, muchos nos preguntaremos: ¿por qué no inician un emprendimiento? La respuesta, en la mayoría de los casos, no es otra que el principio del mínimo esfuerzo, reforzado por el principio de exclusión de deberes u obligaciones. Me refiero con aquello a que la actividad a desarrollar es mínima, consistente en portar un letrero con un mensaje impactante de miseria lacerante, o sostener un niño o niña, de tierna edad, en brazos, para obtener por regla general unas monedas que oscilan en su valor desde los 10 centavos de dólar a un dólar, y la exclusión de deberes u obligaciones, que consiste en no tener que pagar impuestos o afiliación a un sistema de seguridad social. En resumen, el ingreso es líquido para el bolsillo del explotador infantil.

La situación descrita es visible por calles y plazas en las distintas ciudades del país, a vista y paciencia de toda clase de autoridades, civiles, policiales y judiciales, para quienes pareciera ser que la mendicidad, explotando el sentimentalismo que genera un menor, fuera común y hasta justificable, pero jamás, considerada como explotación infantil.