Columnas

Los 25 años de la UEES

Con esta imponente obra Carlos Ortega ha construido su propio monumento.

Cuando un proyecto es abrazado con afecto, conocimiento, talento, dedicación, rumbo y objetivos definidos, los resultados superan las más optimistas expectativas y deseos. Ese es el caso de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, liderada por el mentor y gestor de su creación, Carlos Ortega Maldonado.

Soy testigo del proceso de creación y también del solemne acto celebrando sus 25 años de fecunda labor en beneficio de la juventud, de la educación superior, contribuyendo al desarrollo y ornato del Guayaquil metropolitano. 

En sus inicios en 1994 el país debatía viabilizar el funcionamiento de universidades particulares autofinanciadas, que reforzaran la labor de otras particulares cofinanciadas por el Estado. La Universidad pública ecuatoriana se había enclaustrado en sus predios, divorciada de la sociedad de la época, alejada del pleamar de un mundo competitivo que le exigía colocarse a la vanguardia de un pensamiento que además de racional y crítico fuera creativo, si quería reivindicar su condición de cerebro o conciencia de la sociedad, como anhelaba el presidente de la Unesco, Federico Mayor.

La tesis de la UEES logró que el Consejo Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas que me honraba en presidir, organismo rector en esa época de la educación superior del país, aceptara su pedido, lo cual no solo la favoreció, la convirtió en pionera para que otras universidades o politécnicas de igual naturaleza también se crearan. Alegra hoy observarla con solidez institucional, acreditada internacionalmente. Su campus es ejemplo de una entidad de ese nivel, su planta profesoral es de alta jerarquía, la producción de profesionales es preferentemente aceptada en el mercado laboral, su vinculación con la sociedad es óptima. En sus 25 años busca innovar para el futuro, haciendo honor a su lema: “no progresar es retroceder”. 

Con esta imponente obra Carlos Ortega ha construido su propio monumento. Lo encontré en París o La Habana indagando sin prejuicios la mejor propuesta académica que era posible. Su actual rector, Joaquín Hernández, es de la mayor talla intelectual.