Columnas

El silencio del Vaticano

"La Iglesia y los gobiernos deben entender que las necesidades de un pueblo son prioridad, escucharlo y progresar juntos bajo principios de respeto y ejemplo, y no de vergüenza"

Siguen las protestas en Chile con consecuencias muy graves, tras haber pasado un año de los motines en todo el país. El domingo quemaron dos iglesias icónicas de la ciudad de Santiago. Una de las iglesias fue ocupada por el cuerpo policial de carabineros y la otra tenía siglo y medio de antigüedad. La imagen en las redes de la cúpula de la iglesia de la Asunción consumida en llamas me trajo a la memoria la destrucción de las torres gemelas. Paralelismos ideológicos muy similares, porque su razón en común fue el odio. El odio de muchos a un sistema social, político y religioso caduco, que pide cambios estructurales de derecho. Pero, donde está la Iglesia en todo esto? Asumo ocupada en resolver las diferentes divisiones, las pugnas jerárquicas y escándalos en el interior del Vaticano. Una iglesia estancada en el siglo 16, que no logra evolucionar. Por ese motivo se ha perdido la jerarquía en todo sentido. Esa autoridad necesaria para que una sociedad sepa tomar un rumbo de bien, no una que libremente irrespeta y agrede a otros seres humanos, la propiedad privada y se camufla en manifestaciones para crear caos y confusión. Culpables son los políticos corruptos que dejan que el caos se tome una sociedad para que su ‘rating’ no caiga. Culpables son una mayoría que se deja manipular por una minoría. Culpables son las religiones que le dan la espalda a su pueblo. Una sociedad polarizada donde los pilares éticos de sus leyes se derrumban por la incapacidad de actualizar la Constitución. Un espejo donde casi toda Latinoamérica se está reflejando, tratando de moldear un continente a imagen de un ideal. La sociedad quiere construir comunidad, no seguir celebrando la individualidad. La Iglesia y los gobiernos deben entender que las necesidades de un pueblo son prioridad, escucharlo y progresar juntos bajo principios de respeto y ejemplo, y no de vergüenza. Felipe Barrios, un gran sacerdote, dijo, que los acontecimientos en Chile son tan profundos que el silencio de los obispos los desconcierta; no sienten como la gente. Un silencio que desconcierta, preguntándonos si nuestra realidad es nuestra soledad en el universo.