Columnas

Odiar

Cuando odias a alguien, se sabe que te estás odiando a ti mismo. Según la RAE: “es un sentimiento profundo de repulsa hacia alguien, que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra una desgracia”. Unimos los dos y definen completamente la era comunicacional que estamos viviendo.

El documental ‘Why we hate’, de Spielberg y Gibney, describe las historias de personas que han vivido marcadas por el odio y cómo la sociedad lo está estandarizando. El documental describe al odio como una emoción primaria o básica, destructora de la humanidad. Las consecuencias de alimentar al odio van a ser devastadoras, creando repudio, división y agresión en las sociedades; nosotros y ellos.

En el pasado, las personas eran valientes; se decían sus diferencias a la cara. Ahora envían personas anónimas a atacar, casi como la Guerra Fría, que se basaba en la desmoralización del otro. Hoy esa estrategia de guerra se la usa en la política. Nuestra evolución se está adaptando al odio, destruyendo etnias, credos y convivencia. Provocado, o no, nuestra naturaleza está siendo alimentada por este sustantivo masculino para alcanzar el poder absoluto.

Disciplinar el pensamiento es el futuro en el mundo de las redes. Donde antes las palabras podían existir como mensajes, ahora las palabras tienen que aislarse; reguladas cuando se quiere defender y libres cuando se quiere agredir. Esas palabras de incomunicación tienen mensajeros, como en el pasado. En una pelea enviaban al puñetero, ahora son los invisibles, donde el cabecilla cobardemente se esconde mientras los otros atacan.

Las redes se volvieron plataformas donde agredir sin enfrentar se ha vuelto un deporte extremo, amplificando el odio en todos sus espacios, siendo injustificable desde la racionalidad. Esa animadversión nace en la corteza prefrontal del cerebro, muy activa con la posibilidad de llegar a concretar la pirámide del odio.

Para resistirnos hay que sumergirse en la educación, la atención y la cooperación. El odio se aprende y el que lo utiliza diariamente es parte de nuestra involución.