Columnas

Campaña perversa y sucia

'El esfuerzo es colectivo y tiene un solo fin: vencer al virus, trabajar con tesón y poner en su sitio a los traidores'.

Guayaquil es la ciudad más afectada por la pandemia. Su crecimiento rebasa la capacidad para combatirla de manera rápida.

Se requiere de una ingente cantidad de recursos financieros, técnicos y científicos para que la labor encaminada a contenerlo empiece a dar resultados; y hace falta también una acción conjunta de los actores públicos y privados a fin de que las gestiones se encaminen a través de una práctica de rigurosos y efectivos pasos y procedimientos.

La colectividad porteña vive momentos de angustia y desesperación, y por ello quienes tienen a cargo la dirección de tan importante cruzada deben encaminarla con el riguroso cuidado que demanda el comportamiento de cada uno de los equipos a cargo de la aplicación de las medidas relacionadas, tanto con los efectos directos de este mal como con los que derivan de las dificultades de atender los requerimientos múltiples de la enorme población afectada.

El trabajo que las circunstancias demandan debe ir acompañado de una política de comunicación que no denote fallas ni incongruencias, que tenga total coherencia, y esté orientada a levantar la esperanza, a señalar los apoyos que los gestores brindan a la comunidad y a recalcar la convicción de que Guayaquil, como siempre, sale porque sale.

Este debe ser el propósito para enfrentar el serio peligro que amenaza a nuestra ciudad, a la provincia y al país entero. Por eso, la opinión pública ha rechazado con fuerza esa campaña nociva de desinformación que ha armado desde México y otros puntos el descarado expresidente de la República. Para él lo importante es aprovecharse de este momento de dolor a fin de recuperar terreno, deponer al gobierno y asomar como la solución de todos los males.

A él no le importa el dolor de la gente sino el escándalo; a él no le interesa el efecto terrorífico de enseñar cadáveres que fueron quemados en México como si hubiera sido en las calles de Guayaquil.

El esfuerzo es colectivo y tiene un solo fin: vencer al virus, trabajar con tesón y poner en su sitio a los traidores.