Columnas

El tributo invisible

La idea de un máximo de individuo y un mínimo de Estado es lo que desearía hoy”

Existen dos concepciones antagónicas de lo que representa el rol del Estado en la vida de los ciudadanos y que se ubican a lo largo de un eje ideológico donde sus polos son tesis y antítesis. Los extremos del eje -para hablar en argot Guerra de las Galaxias- son, la fuerza, a la derecha, y el lado oscuro de la fuerza, a la izquierda. Así, la fuerza sería la representación del estado ideal de individuos libres y responsables y el lado oscuro de la fuerza es aquella situación indeseable, donde el colectivismo engendra un Leviatán totalitario. Ubicándose a través de este eje ideológico, los pueblos van labrando sus destinos y determinando su propia suerte.

En el extremo izquierdo del eje se considera a los individuos incapaces de tomar decisiones por sí mismos, cual criaturas que deben pedir permiso a un padre despótico. Son interdictos que deben pedir permiso al Estado para emprender y para dejar de emprender o para comprar o vender. Para todo, siempre.

A ‘contrario sensu’, en el extremo derecho del eje se considera a las personas libres y responsables. No se les exige permiso alguno pues se sobreentiende que son adultos actuando de buena fe, que entienden lo que se puede y no se puede hacer, por lo que -salvo se detecte alguna incorrección- son libres de actuar y prosperar.

La facultad discrecional del Leviatán de autorizar la actividad económica de los individuos resulta un lastre demasiado oneroso para la sociedad en su conjunto. De acuerdo con un estudio de Asprima, la Asociación de Promotores Inmobiliarios de Madrid, la falta de una normativa clara y uniforme, la escasez de recursos humanos y materiales en los ayuntamientos y el exceso de regulaciones formales hacen que los permisos municipales demoren meses y hasta años, causando un perjuicio económico enorme a la sociedad al convertirse en un tapón que inhibe la inversión y el desarrollo. Una vez más, los individuos tratados como el hobbeseano ‘homo domini lupus’; ese hombre que es lobo del hombre.

Asprima propone implementar tres simples acciones para contrarrestar a lo que denomina el tributo invisible de la sociedad: externalizar las licencias urbanísticas; digitalizar el 100 % del proceso y aceptar la declaración responsable de los solicitantes. En definitiva, tratar a los individuos como adultos libres y responsables. Soluciones sencillas que liberarían importantes inversiones solo por destrabar un proceso que considera al ciudadano un tramposo por naturaleza. Dificultades que no necesariamente se generan por la mala fe de los actores políticos sino por el insistir paradigmáticamente en usar procesos arcaicos y caducos. Ahí está el verdadero reto de un buen administrador público; tener la entereza de aplicar la vigente Ley Orgánica para la Optimización y Eficiencia de Trámites Administrativos que expresamente permite lo antedicho.

Los sistemas que confían en el individuo son aquellos que generan prosperidad. Porque como diría ese gran exponente del realismo mágico, el maestro Jorge Luis Borges -esta vez con más realismo que magia-, “Yo creo en el individuo y descreo del Estado. La idea de un máximo de individuo y un mínimo de Estado es lo que desearía hoy”.

¡Hasta la próxima!