Capitán y marineros

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'Estamos en aguas desconocidas, haber superado el punto más alto del virus no significa que lo hayamos vencido'.

En el punto álgido del coronavirus en nuestra ciudad, los guayaquileños contuvimos la respiración al ser testigos de un cruce de palabras entre el vicepresidente y la alcaldesa. Dejando de lado nuestras preferencias personales, teníamos algo claro: si queríamos sobrevivir, no había espacio para la división. No sabemos qué pasó esa noche: profunda reflexión personal, una llamada de atención de rangos mayores o la reacción de la ciudadanía. No importa. Debemos rescatar es que el conflicto no escaló y hubo tregua entre ambos bandos. Cese de hostilidades, trabajo coordinado, con la finalidad de no duplicar esfuerzos y maximizar recursos, e incluso, en conjunto. 

Quisiera aplaudir, mas caería en la mediocridad de felicitar por cumplir con lo mínimo que se espera de nuestras autoridades en la pandemia. No es fácil, pero mientras el enemigo es “otro” resulta posible unirnos bajo una misma bandera. Las felicitaciones me las guardo para después: cuando (con o sin Covid) emprendamos nuestro rumbo a la normalidad. La aglomeración de carros esta semana demuestra desobediencia e imperiosa necesidad de trabajar. Hacerlo de forma paulatina y empática es el desafío. 

Estamos en aguas desconocidas, haber superado el punto más alto del virus no significa que lo hayamos vencido. Un rebote es lo normal en casos de pandemia y ese escenario sería catastrófico para el país y nuestra ciudad. Guayaquil no ha sido ejemplo de orden. Cuando la consigna era simple y clara: quédate en casa, hubo detenidos por incumplirla. ¿Se imaginan cuando se inicien los permisos de movilización por sectores? Lo mínimo que se espera del Gobierno es que genere un cronograma y las medidas de sanidad exigidas, y también el respaldo logístico y recursivo de cómo verificar que se cumplan. 

Esta toma de decisiones será criticada y una verdadera prueba de fuego para nuestros gobernantes locales. Si en actos de politiquería empiezan a desafiarlas, desobedecerlas o boicotearlas, no habrán entendido que nos guste o no, para salir de la tormenta lo que más necesitamos es una voz de mando; y lo que menos, marineros otorgándose el título de capitán.