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Guayaquil, ciudad cárcel

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Mientras vivamos con miedo seguiremos sometidos a un poder negligente que vela solo por sus intereses. Ya fue suficiente

Si hasta hace poco tiempo atrás la noticia del día era el cometimiento de un asesinato en la ciudad, hoy se destaca el día en que no suceda uno. Ya no son solamente ajustes de cuentas entre grupos criminales o hechos de delincuencia común los que afectan a Guayaquil, ahora son actos terroristas en los que se amenaza con bombas a negocios que no pagan para no ser robados o sicarios y bandas criminales que disparan a mansalva sin importar que sean asesinados inocentes. Si lo que se ha buscado ha sido causar terror en la ciudadanía, se lo ha conseguido ampliamente. Nadie se siente seguro de andar por las calles, de parar en un semáforo o de sentarse en lugar a comer pizza o tomarse un helado. Estamos cercados por la delincuencia y vivimos en permanente angustia y zozobra.

La ’inseguritas’ de la que hablaba Umberto Eco en su ensayo La Nueva Edad Media, publicado en 1972, presente a lo largo de la historia de la humanidad, se manifiesta ahora por el miedo a circular libremente por las ciudades. Decía Eco: “En la Edad Media, se vagaba de noche por los bosques sintiéndolos poblados de presencias maléficas, nadie se aventuraba fácilmente fuera de los lugares habitados, se iba armado; condiciones a las que se encamina el habitante de Nueva York; que después de las cinco de la tarde no pone el pie en Central Park, o se cuida muy mucho de coger equivocadamente un metro que lo deje en Harlem o evita utilizar este medio de transporte después de medianoche si no va acompañado; e incluso antes si es mujer”.

Si las ciudades eran antes el símbolo de la libertad, hoy son lo contrario. Voluntariamente nos encerramos en las casas, limitamos las salidas y nos refugiamos tras muros y rejas. Cada vez estamos más solos en urbes llenas de gente. Vivimos encarcelados mientras los delincuentes circulan a sus anchas. Hemos convertido a nuestras ciudades en grandes cárceles.

Mientras esto ocurre, las autoridades ni reaccionan ni atinan a dar respuestas coherentes. Mientras vivamos con miedo seguiremos sometidos a un poder negligente que vela solo por sus intereses. Ya fue suficiente.