Columnas

Pasado y presente

Dentro del proceso electoral que se está llevando a cabo limitado por las restricciones que impone la bioseguridad ante el avance de la pandemia de COVID-19...

El tiempo que va transcurriendo en la vida de los seres humanos, de lo personal a lo colectivo, avanza con manos constructoras y a la vez destructoras en la necesidad de que el proceso se acomode en la forma de comportamiento frente a las exigencias de la modernidad. En política, concluyeron ya las épocas en que el colectivo social-político se dividía entre los afiliados o simpatizantes de dos partidos que ya ni siquiera existen: el liberal, que planteaba la disyuntiva de implantar ideas y cosas nuevas en medio de una absoluta libertad, y el conservador, que trataba de mantenerse dentro de la tradición con rígidas formas de conducta. Estas dos posturas políticas que podíamos clasificar como clásicas forman parte ya de un remoto pasado, sobre todo desde la aparición del socialismo que planteó la lucha de clases. Se planteaban entonces al pueblo el escoger frente a numerosos grupos políticos que surgieron, entre la izquierda y la derecha, la primera comprometida con severos cambios económicos y la segunda ligada a los grandes grupos del poder económico.

Dentro del proceso electoral que se está llevando a cabo limitado por las restricciones que impone la bioseguridad ante el avance de la pandemia de COVID-19, que impide grandes manifestaciones populares, los candidatos suelen hablar maravillas de sí mismos como si pudieran cambiarlo todo. Asimismo, la idea de división entre izquierda y derecha parece haberse diluido con la aparición de 16 presidenciables (habrían sido 17 si no se eliminaba a Alvarito) y solo uno de ellos, el proclamado por CREO, acepta y repite pertenecer a una posición de centroderecha. La mayoría se mantiene en una línea progresista para su praxis publicitaria y dicen que son, encubiertamente por supuesto, unos izquierdistas de tomo y lomo que pretenden darle las mejores ventajas y oportunidades a las clases desposeídas. Entre las tantas promesas que a lo largo y ancho del país están haciendo los candidatos presidenciales destaca la de hacerles devolver los dineros mal habidos a quienes en un pasado no muy lejano que digamos se llevaron buena parte del Estado, por más que se tenga la seguridad de que, como dice la expresión popular: lagarto que traga no vomita.