En guerra contra un virus

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'Y habrá una próxima, si no es la Covid-20, tal vez sea la Covid-21, o algún otro patógeno. Se pueden abrir brechas en las fronteras y la soberanía, pocas cosas siguen siendo locales durante mucho tiempo’.

Donald Trump se autodefinió como un presidente en tiempos de guerra y muchos otros en todo el mundo igual. No enfrentar a un enemigo decidido a atacar que constituye amenaza inminente puede ser mortal. 

El enemigo comenzó como un brote local en Wuhan, China, y se transformó en pandemia mundial porque las autoridades chinas desperdiciaron preciosas semanas antes de enfrentarlo, ocultaron el brote y permitieron que millones de personas abandonaran Wuhan, cuando muchas llevaban el virus. 

En EE. UU. también hubo inicialmente reticencia a ir a la guerra. Pero para evitar el conflicto hacen falta dos y el virus estaba decidido a crearlo. Posponer la decisión de ofensiva terminó siendo extraordinariamente costoso en vidas perdidas y destrucción económica. Cuando los líderes aceptaron que la guerra era necesaria se dieron cuenta de que carecían de armas. 

Se estima que para producir una vacuna todavía faltan entre 12 y 18 meses; los medicamentos antivirales podrían estar disponibles antes, pero no será pronto. La mejor táctica disponible ahora es la dispersión, el distanciamiento social, ofrecer al enemigo menos objetivos. El problema es que se lo pospuso en muchos países o está siendo aplicado en forma desigual. Los países que mejores resultados han tenido, como Corea del Sur y Singapur, actuaron rápidamente y con decisión. 

Esta guerra también se combate sin equipamiento defensivo. Una de las tareas más importantes es identificar a quienes se han contagiado, rastrear sus contactos y aislar rápidamente a ambos grupos. El cierre de fronteras puede ser útil antes de que el virus se difunda en la sociedad. Las pruebas masivas para detectar a quienes han desarrollado inmunidad, fundamental para que la gente pueda reunirse de manera segura para trabajar o divertirse, aún no están disponibles. 

La estrategia debe ser ganar tiempo hasta que estemos equipados para atacar a la Covid-19 con medicamentos antivirales o con una vacuna. ¿Cuándo poner fin a la guerra? Tenemos que combatir el bloqueo en el frente económico brindando alivio a trabajadores y empresa, hasta que la guerra contra el virus esté ganada en su mayor parte y podamos comenzar a recuperarnos en serio. 

Finalizarla antes de tiempo extenderá su duración y aumentará su costo. Los países deben contar con reservas de equipos de protección y equipamiento médico, aumentar los recursos dedicados a la investigación en tiempos de paz y al desarrollo de terapias relevantes, y practicar respuestas a pandemias en todos los niveles de gobierno. 

Son demasiados médicos, enfermeras, servicios de emergencia, policía y bomberos enviados a la batalla sin armadura. Y demasiadas víctimas carecen de acceso a atención médica. Hacen falta aliados para luchar contra las pandemias. T

endremos que reclutar a otros para que respeten las reglas y cumplan normas relacionadas con informes, combate y contención de brotes de enfermedades infecciosas. Los países ricos tendrán que unirse para fortalecer la capacidad de salud pública de los más pobres, por motivos humanitarios y en beneficio propio. 

Esta guerra era predecible; fue prevista. Las pandemias no son cisnes negros, son parte inevitable de la globalización. El desafío es estar preparado para que un brote no se convierta en pandemia y esta no se convierta en catástrofe.