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La debacle vacunatoria europea

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La demora en los pedidos se traslada a las entregas: los fabricantes están atendiendo por orden de llegada, y necesitan tiempo para construir nuevos sitios de producción’.

En la Unión Europea se ha desatado una tormenta por el suministro insuficiente de vacunas contra la COVID-19 . Stéphane Bancel, director ejecutivo de la empresa farmacéutica estadounidense Moderna (cuya vacuna obtuvo aprobación poco después de la de Pfizer/BioNTech), afirma que la UE confió demasiado en las «vacunas de los laboratorios europeos». ¿Priorizó la Comisión Europea apoyar a la industria farmacéutica local antes que la protección de vidas humanas? Contra lo que Bancel pretende hacer creer, la UE no compró suficiente de su propia vacuna. La que más se está aplicando en Occidente la desarrolló una empresa alemana, BioNTech, o sea una vacuna europea (aunque las pruebas y parte de la producción se hicieron en sociedad con Pfizer en EE. UU. y con Fosun Pharma en China). No es que no se hayan comprado suficientes dosis de esa vacuna, sino que la UE se quedó de brazos cruzados mientras EE. UU. y otros países acumulaban dosis de una vacuna desarrollada y producida en un laboratorio alemán. La UE no es culpable de proteccionismo, sino de rigidez institucional. Su falta de coordinación de los intereses nacionales explica la lentitud de las campañas de vacunación en muchos países europeos. Mientras algunos consideraron excesivo el precio de la vacuna basada en ARNm de BioNTech, otros tuvieron dudas respecto del uso de una nueva tecnología genética y otros no se dieron cuenta de la urgencia de la situación, convencidos de que lo peor de la pandemia había pasado. También es posible que cierta rivalidad entre fabricantes de vacunas europeos haya inhibido a la UE de comprar por adelantado más dosis de la vacuna alemana. La UE sostiene que en un primer momento optó por diversificar los pedidos porque no había modo de saber cuáles serían las vacunas que funcionarían. Pero tampoco compró a ninguno de los fabricantes una cantidad ni remotamente suficiente para poder vacunar a la población ante la eventualidad (apreciable en aquel momento) de que solo se aprobara una de las candidatas. Correr el riesgo de comprar dosis suficientes para dos tercios de la población a cada uno de los seis fabricantes con los que negoció implicaba un gasto de 29.000 millones de euros ($ 35.000 millones), el ingreso que viene perdiendo la economía europea en solo 10 días de crisis de COVID-19. Y ahora que en lugar de una hay dos vacunas que resultaron muy efectivas, la UE hubiera terminado con un excedente de dosis de alta calidad que podría donar a unos 300 millones de personas en países en desarrollo. La culpa por esta debacle vacunatoria europea no es atribuible a persona en particular. Pero lo sucedido debería poner en claro que delegar la compra de vacunas a la Comisión Europea fue un error. El art. 5 del Tratado de la Unión Europea somete al bloque al principio de subsidiariedad, por el cual las acciones de carácter político son competencia de los Estados miembros, excepto donde pueda demostrarse que una acción supranacional será más eficiente. Pero al momento de asegurar una provisión abundante de vacunas se cometió un olvido deliberado de este principio. No había ni necesidad legal ni justificación económica convincente para la planificación central en la compra de las vacunas. Ahora los europeos tendrán que vivir con las consecuencias de una tragedia que podía evitarse.